San José y las Familias
Para santificar la familia es San José patrón de los hogares. En ninguno de ellos debiera faltar su bendita imagen, y en todos se le debería tener especial devoción, procurando, sobre todo, imitar sus virtudes.
Para santificar la familia es San José patrón de los hogares. En ninguno de ellos debiera faltar su bendita imagen, y en todos se le debería tener especial devoción, procurando, sobre todo, imitar sus virtudes.
“Durante su vida, una peregrinación en la fe, José al igual que María, permaneció fiel a la llamada de Dios hasta el final. La vida de ella fue el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de aquel primer “fiat” pronunciado en el momento de la anunciación, mientras que José – como ya se ha dicho – en el momento de su “anunciación” no pronunció palabra alguna. Simplemente él “hizo como el ángel del señor le había mandado” (Mt 1,24). Y este primer “hizo” es el comienzo del “camino de José”. A lo largo de este camino, los Evangelios no citan ninguna palabra dicha por él. El silencio de José posee una especial elocuencia: gracias a este silencio se puede leer plenamente la verdad contenida en el juicio que de él da el Evangelio: el “justo” Mateo 1,19. (Custodio del Redentor 17).
“El varón justo de Nazareth posee ante todo las características propias del esposo. El evangelista habla de María como de “una virgen desposada con un hombre llamado José” (Lucas 1,27). Antes de que comience a cumplirse “el misterio escondido desde siglos” (Efesios 3,9) los Evangelios ponen ante nuestros ojos la imagen del esposo y de la esposa. Según la costumbre del pueblo hebreo, el matrimonio se realizaba en dos etapas: primero se celebraba el matrimonio legal (verdadero matrimonio) y, sólo después de un cierto periodo, el esposo introducía en su casa a la esposa. Antes de vivir con María, José era, por tanto, su “esposo”; pero María conservaba en su intimidad el deseo de entregarse a Dios plena y exclusivamente” (Custodio del Redentor 18).
“El hecho de ser ella la esposa prometida de José está contenido en el designio mismo de Dios. Así lo indican los dos Evangelistas citados, pero de modo particular Mateo. Son muy significativas las palabras dichas a José: “No temas en tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt 1,20). Estas palabras explican el misterio de la esposa de José: María es virgen en su maternidad. En ella el “Hijo del Altísimo” asume un cuerpo humano y viene a ser “el Hijo del hombre” (Custodio del Redentor 18).
“¿A quién debe parecerse, a quién debe copiar la compañera del hombre en la tierra, sino a la mujer por excelencia, a la Virgen inmaculada? La mujer debe enderezar su criterio y elevar su nivel moral con la contemplación de las virtudes de María, imitándola como a su modelo. Tiene, haciendo el bien, que olvidarse de sí misma y sacrificarse por los demás. Aquella casita, reflejo del cielo, debe ser el espejo del hogar que forme, ya como esposa, ya como madre, a la sombra y amparo de la Sagrada Familia. Y ¿Por qué? Porque todos hacían en ella con perfección la voluntad de Dios”.
“Contempla a María: Dios la quiso Virgen, y fue virgen; la quiso Madre, y fue Madre; la quiso mártir, y fue mártir… Contempla a José que fundó su vida en cumplir la voluntad de Dios… así es que lo más encumbrado de la santidad consiste en hacer la voluntad adorable de Dios que solo quiere nuestro bien”.
“Gran placer tiene Jesús en atender favorablemente las peticiones de su padre y nada niega al que ningún sacrificio le negó en la tierra. ¿Luchas para conocer la voluntad de Dios? Pues “Ve a José” y él te abrirá un camino seguro en que santificarte.
Él alcanza de Dios no tan sólo luz para elegir estado, sino también fortaleza contra las tentaciones, firmeza en los propósitos, perseverancia en el bien, amor al Corazón de Jesús y un muy grande y tierno afecto a María.
El apostolado secreto y de abnegación que tiene que ser común a todas las mujeres, es un apostolado de familia que día por día y hora por hora, tiene que ejercer la mujer, sonriente aunque su corazón sangre; y este corazón, delicado y amoroso, sólo puede fortalecerse por la oración, de que San José es modelo admirable”.
Acojámonos, pues, al bienaventurado José, esposo amoroso de la Mujer sin mancilla, que por él se va a María, por María a Jesús y por Jesús al cielo.
El texto que se ha compartido fue tomado del Libro “Homenaje a San José” de la Hna. Josefina Ramos Espinosa Misionera Guadalupana del Espíritu Santo, el cual publicó con motivo de sus 50 años de vida religiosa, contando la licencia eclesiástica de Monseñor Alberto Suárez Inda Arzobispo de Morelia.
Héctor Pérez Andrade
13 de Marzo de 2009
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