Docenario Guadalupano
La Sagrada Familia y el Acontecimiento Guadalupano Dios nos da a la Sagrada Familia como modelo de todas las familias El mes pasado contemplamos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo como la familia primordial, la familia de quien proceden todas las demás familias de la Tierra y toda la creación. Reflexionamos entonces sobre cómo la familia humana, por elección y vocación divina, está llamada a vivir en el amor, la unidad, la intimidad como las Tres Divinas Personas.
Una vez reflexionado esto, y habiendo pasado ya el Encuentro Mundial de Familias celebrado en México y el Octavario Mundial de Oración por la Unidad de los Cristianos para que se pueda realizar el proyecto divino de la unidad de toda la familia humana, vamos a disponernos a contemplar a la Sagrada Familia como modelo de todas las familias.
En el programa de los docenarios de este año iremos considerando alguna de las virtudes que ellos vivieron y los sucesos que fueron marcando su vida y que ahora pueden iluminar nuestro camino en esta Tierra. Pretendemos recoger los puntos principales que ayuden a que nuestras familias puedan ser, en verdad, testigos de la unidad y amor de Dios.
Como elementos de apoyo tradicionales iremos sacando del Acontecimiento Guadalupano algunas luces que puedan guiar a nuestras familias en estos tiempos de tanta desintegración familiar, violencias múltiples y desesperanza que invaden a México y al mundo en estos días.Como un apoyo extra para nuestra reflexión y contemplación de hoy, recordemos a dos grandes figuras de México del siglo XVI que fortalecerán nuestro caminar: San Felipe de Jesús, que perteneció a una familia numerosa, de la que fue el mayor de una decena de hermanos y que murió mártir en Japón, y el beato Sebastián de Aparicio, que vivió muchos años como diseñador y constructor de las primeras carreteras de México, que fue casado y terminó siendo un hermano lego franciscano que murió cerca de los 100 años, después de una vida muy entregada a Dios y a su pueblo. Ellos rueguen ahora por nosotros para que nuestras familias busquen vivir, como las familias de ellos, un camino familiar de santidad. Vamos a disponernos a entrar con devoción a las consideraciones siguientes.
Primera consideración: Los desposorios de la Virgen María y de San José. Como todas las familias que quieren agradar a Dios en algo tan trascendental como es fundar una familia, San José y la Virgen hicieron su compromiso matrimonial según las tradiciones de su tiempo en Israel. La familia de San José habrá pedido la mano de María para el casamiento y los papás de su, si para entonces vivían, o bien algunos tutores de ella, habrán considerado que san José era muy buen hombre y que podría hacer feliz a la favorecida de Dios. Contemplemos el momento solemne en la sinagoga de Nazaret y demos gracias a Dios por el inicio de la vida de la que hoy conocemos como los santos esposos de la Sagrada Familia.
Imaginemos, también, cómo en México habrán llegado al matrimonio, según las costumbres de los aztecas de entonces, San Juan Diego, llamado antes de su bautismo Cuauhtlatoatzin, y María Lucía, llamada antes Malintzin, y cómo, después de bautizados, refrendaron su compromiso matrimonial a la usanza católica para gloria de Dios y de nuestro pueblo.
Imaginemos, también, cómo en México habrán llegado al matrimonio, según las costumbres de los aztecas de entonces, San Juan Diego, llamado antes de su bautismo Cuauhtlatoatzin, y María Lucía, llamada antes Malintzin, y cómo, después de bautizados, refrendaron su compromiso matrimonial a la usanza católica para gloria de Dios y de nuestro pueblo.
Jaculatoria apropiada para hoy: Dios-Amor, Dios de bondad, enseña a nuestras familias a vivir en unidad.
Segunda consideración: San José, esposo de María, modelo de amor como esposo. Imaginemos la vida de esposos de José y María: cómo él se preocupó por ella al conocer que había concebido por obra del mismo Dios. Cómo superó las diversas pruebas que vivió junto con su amada esposa al principio, y las que convivió con Jesús ya presente con ellos. Cómo la acogió con amor en todas sus maneras de relacionarse con ella y cómo aceptó su virginidad para ser su compañero fiel, discreto, juicioso. Contemplémoslo en oración con María para agradecer, alabar y bendecir a Dios, para pedirle algún favor... Que él enseñe a los esposos a ser verdaderos compañeros y servidores de sus esposas como él lo fue con María. (Mateo 1,18-25).
En México, por su parte, San Juan Diego debió seguir, inspirado por Dios, el ejemplo de San José para amar a su esposa María Lucía. Agradezcámosle su testimonio.
Tercera consideración: La Virgen María, Santa esposa de San José. La relación de María con San José debió haber sido muy acogedora, servicial, de mucho agradecimiento, pues él debió pasar momentos difíciles con tal de acompañarla. Ella habrá sido tierna, cordial, diligente, trabajadora, llena de esperanza y confianza en él y muy amorosa con quien tanto la amó, respetó y acompañó en su sublime ministerio maternal. Ella es el modelo máximo de cómo deben ser las mujeres con sus maridos (2,13-15 y 19-23 Lucas 2,1-7). Que todas ellas aprendan de María las virtudes conyugales que han de vivir con quienes han establecido su compromiso de amor y unidad para toda la vida. Así lo habrá hecho en México María Lucía cuando se desposó cristianamente con Juan Diego...
Cuarta consideración: San José, padre nutricio y educador de Jesús; María, madre amable y solidaria de Jesús. El Padre Dios escogió con mucha sabiduría a san José como a la persona mejor de toda la humanidad para ser el padre de su hijo amadísimo; por algo habrá hecho esta elección. En los Evangelios lo contemplamos prudente, activo, amoroso, servicial, trabajador y cumplidor de las costumbres religiosas de su tiempo y con gran respeto a las decisiones de su hijo. Es ahora el patriarca de la Iglesia y la cuida con amor, como en su tiempo, al hijo de María, al que en todo el mundo aclamamos como al hijo del Padre Eterno. Démosle gracias a san José por los cuidados que tuvo con Jesús y tiene ahora con nosotros. Las variadas virtudes maternas de María aparecen muy vivas en los pocos relatos del Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles en donde ella toma parte: acoge desde el principio con mucho amor a su hijo; lo alimenta, viste y acompaña en su niñez; lo educa y corrige como los vemos en la escena del templo cuando él ya tiene 12 años; se solidariza con el cuando se va de su casa al ministerio apostólico y allí lo anima a hacer el bien. En la Pasión del Señor está presente al pie de la cruz y acompaña a los apóstoles y discípulos en las alegrías de la resurrección y ascensión de su hijo así como a la Iglesia naciente en Pentecostés, y en otros lugares y ocasiones como podemos deducir.(Lucas 1,26-38; 2,1-7;21-24;39-40 ) Madre de Cristo y de los hermanos del Señor, ella nos acompaña siempre muy maternalmente como lo vivimos todos en el Acontecimiento Guadalupano. Ella está siempre velando por nuestra nación tan amada para ella y para Dios, en especial en estos momentos de tantas turbulencias.
Por su parte, San Juan Diego y María Lucía habrán sabido educar cristianamente a sus hijos como lo podemos deducir por la manera tan educada de dirigirse Juan Diego a la Virgen en las apariciones, y a Fray Juan de Zumárraga en sus conversaciones (N.M.núms.:50-56;63-66; 110-116; 164-180). Además, sabemos por testimonios escritos muy antiguos que ellos tuvieron una nieta religiosa. Oremos para que ellos ayuden a los padres de familia mexicanos a educar muy bien en las virtudes, en la fe y en las sanas costumbres a sus hijos.
Quinta consideración: Jesús, el Hijo amado de María —y como se pensaba— de José. Vamos a contemplar a Jesús niño, joven y adulto en las relaciones familiares que vivió con María y José y con otros familiares. Descubramos sus buenos modales, sus insuperables virtudes, su capacidad de acoger las observaciones de sus padres. Veámoslo sirviendo a la mesa, trayendo los utensilios de José para ayudarlo a tallar la madera... Sintamos su gozo al observar lo bien que hilaba y tejía María y cómo se llevaba con sus vecinas... él, el hijo de Dios e hijo del hombre, como le gustaba que le dijeran, compartió la mesa, las dificultades, los gozos de su familia más cercana. Imaginemos el trato con los abuelos, primos y tíos... debió de haber sido un modelo de relaciones humanas entre todos. De ellos aprendió a conocer las costumbres, las expresiones populares, el modo de relacionarse con Dios…¡Admirable Jesús en todas sus acciones! Aprendamos de él tantas virtudes y el modo positivo de relacionarse siempre con todos... (Lucas. 2,41-52). Señor Jesús, modelo nuestro, ayúdanos a formar familias dignas de ti para bien de México y gloria del Padre. Danos tu Espíritu Santo para saber vivir los valores que tú estableciste para que más pronto esté presente tu reino entre todos. Otros textos Bíblicos de apoyo: Lucas.1,46-55 Jn. 2,1-12 Hechos 1,12-14
Con la Sagrada Familia como ejemplo, renovemos nuestras familias, para gloria de Dios.
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sj
Jueves 12 de febrero de 2009
Con la Sagrada Familia como ejemplo, renovemos nuestras familias, para gloria de Dios.
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sj
Jueves 12 de febrero de 2009
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