Vilaseca Vive en la Iglesia de Chile y el mundo
Como un feliz broche de oro de los 7 domingos y el mes de San José y un excelente inicio de la Semana Santa, celebramos el viernes 3 de abril, en la Parroquia San Juan Evangelista de Santiago de Chile, la dichosa memoria del 99 aniversario de la Pascua del P. José María Vilaseca, gran devoto de San José, discípulo y misionero de Jesús y fundador de la familia Josefina.
Con un triduo de misas, presididas por el P. Antonio Rivera Ibarra, superior General de la Congregación de Misioneros Josefinos, de visita en Santiago, nos preparamos a la celebración, ofreciendo la Eucaristía por su pronta beatificación y leyendo el relato anónimo, seguramente de alguna hermana josefina que estuvo cerca de él en su muerte, que con filiales detalles narra lo acontecido en el lejano 1, 2 y 3 de abril de 1910.
El día 3 nos reunimos para la celebración a las 19.30 horas, presididos por Mons. Andrés Arteaga, Obispo Auxiliar del Cardenal Errázuriz quien por diversos compromisos no pudo acompañarnos; el P. Antonio Rivera, Superior General y el P. Francisco Javier Manterola, Vicario de la zona Centro; el P. Francisco Arturo Rodríguez Solís, vicario parroquial y el P. Gabriel Rodríguez Celis, párroco de San Juan Evangelista.
También estaban la hermana Cecilia Fuentes y la hermana Albina, de la comunidad de Hermanas Josefinas que trabajan en Puente Alto, con numerosos devotos de San José y miembros de la parroquia y una representación de la Sociedad de Obreros de San José.
El Coro Vasco fue el encargado de los cantos que con gran calidad artística ejecutaron hermosos cantos. Durante el canto de entrada, la Hermana Cecilia Fuentes, hija predilecta del P. Vilaseca, porque ha sido Superiora General de las Hermanas Josefinas, encendió el candelero de siete velas, recordando los 7 dolores y gozos de San José, frecuentemente recitados por el P. Vilaseca, y el cirio Pascual para recordar su Pascua.
Al terminar el canto de entrada, leímos el conmovedor relato del momento de la muerte del Fundador:
“Todo el 3 de abril permanecieron los Padres Josefinos y Hermanas Josefinas rezando las oraciones de los agonizantes para ayudarle a bien morir a nuestro Fundador. A las 5 y cuarto el Reverendo Padre Ruiz, avisó que ya iba a entrar en agonía. Por fin a las 5 y 50 minutos de la tarde, estando a su lado yo (el Padre Luís G. Beltrán), el P. Esqueda y el Padre Telésforo Ruiz, expiró placidamente y entregó su alma al Señor, a quien sirvió fielmente durante su larga vida de 79 años, tres meses, 14 días; y a quien amó con todo su corazón, pues sus palabras favoritas que repetía muchas veces al día, eran: Jesús, María y José. Bendito sea Dios. Glorificado sea Dios por los siglos de los siglos. Amén.”.
En la homilía, Mons. Andrés, dio gracias porque la celebración le había permitido conocer la vida de un verdadero discípulo misionero de Jesús, desde una gran devoción al Santo Patriarca José, e invitó a todos los presentes a imitar las virtudes del ilustre Fundador de la familia josefina.
Al terminar la celebración, el P. General agradeció la presencia de los amigos y amigas de san José y de la Congregación y explicó ampliamente los objetivos del año jubilar “Vilaseca Vive” que se ha inaugurado en México y El Salvador, el 21 de marzo y aquí en Chile en el preciso día y hora de la plácida muerte de Nuestro Padre.
El Coro Vasco, como canto final, interpretó la hermosa área “Va pensiero” del Nabucco de Verdi, que al recordar la nostalgia de Sion del Pueblo de Dios en el salmo 137, nos reaviva nuestra nostalgia de la Jerusalén celestial, donde esperamos reunirnos con el P. Vilaseca y todos los que nos han precedido en la señal de la fe.
Una fraterna convivencia parroquial puso punto final a la conmemoración, donde brindamos con vino chileno, empanadas y champaña para recordar las que el doctor Urrutia recetó a Nuestro Padre, un día antes de su muerte, según el relato anónimo que encontramos en la Biografía del P. Crescencio:
“A las siete de la noche del 2 de abril, volvió el doctor Urrutia, le hizo la misma operación en la garganta (con pinzas envueltas en algodón le limpiaba la garganta para que pudiera respirar, pero era una operación muy dolorosa porque el pobrecito se estremecía todo y se le rodaban las lágrimas) y le recetó para que tomara cada media hora una cucharada de Champaña, que se le estuvo dando hasta las 3 de la mañana”.
Nosotros sólo tomamos champaña al terminar la conmemoración para decir con todos los josefinos y josefinas presentes en Chile y el mundo, “Vilaseca, vive”. Amén.
Con un triduo de misas, presididas por el P. Antonio Rivera Ibarra, superior General de la Congregación de Misioneros Josefinos, de visita en Santiago, nos preparamos a la celebración, ofreciendo la Eucaristía por su pronta beatificación y leyendo el relato anónimo, seguramente de alguna hermana josefina que estuvo cerca de él en su muerte, que con filiales detalles narra lo acontecido en el lejano 1, 2 y 3 de abril de 1910.
El día 3 nos reunimos para la celebración a las 19.30 horas, presididos por Mons. Andrés Arteaga, Obispo Auxiliar del Cardenal Errázuriz quien por diversos compromisos no pudo acompañarnos; el P. Antonio Rivera, Superior General y el P. Francisco Javier Manterola, Vicario de la zona Centro; el P. Francisco Arturo Rodríguez Solís, vicario parroquial y el P. Gabriel Rodríguez Celis, párroco de San Juan Evangelista.
También estaban la hermana Cecilia Fuentes y la hermana Albina, de la comunidad de Hermanas Josefinas que trabajan en Puente Alto, con numerosos devotos de San José y miembros de la parroquia y una representación de la Sociedad de Obreros de San José.
El Coro Vasco fue el encargado de los cantos que con gran calidad artística ejecutaron hermosos cantos. Durante el canto de entrada, la Hermana Cecilia Fuentes, hija predilecta del P. Vilaseca, porque ha sido Superiora General de las Hermanas Josefinas, encendió el candelero de siete velas, recordando los 7 dolores y gozos de San José, frecuentemente recitados por el P. Vilaseca, y el cirio Pascual para recordar su Pascua.
Al terminar el canto de entrada, leímos el conmovedor relato del momento de la muerte del Fundador:
“Todo el 3 de abril permanecieron los Padres Josefinos y Hermanas Josefinas rezando las oraciones de los agonizantes para ayudarle a bien morir a nuestro Fundador. A las 5 y cuarto el Reverendo Padre Ruiz, avisó que ya iba a entrar en agonía. Por fin a las 5 y 50 minutos de la tarde, estando a su lado yo (el Padre Luís G. Beltrán), el P. Esqueda y el Padre Telésforo Ruiz, expiró placidamente y entregó su alma al Señor, a quien sirvió fielmente durante su larga vida de 79 años, tres meses, 14 días; y a quien amó con todo su corazón, pues sus palabras favoritas que repetía muchas veces al día, eran: Jesús, María y José. Bendito sea Dios. Glorificado sea Dios por los siglos de los siglos. Amén.”.
En la homilía, Mons. Andrés, dio gracias porque la celebración le había permitido conocer la vida de un verdadero discípulo misionero de Jesús, desde una gran devoción al Santo Patriarca José, e invitó a todos los presentes a imitar las virtudes del ilustre Fundador de la familia josefina.
Al terminar la celebración, el P. General agradeció la presencia de los amigos y amigas de san José y de la Congregación y explicó ampliamente los objetivos del año jubilar “Vilaseca Vive” que se ha inaugurado en México y El Salvador, el 21 de marzo y aquí en Chile en el preciso día y hora de la plácida muerte de Nuestro Padre.
El Coro Vasco, como canto final, interpretó la hermosa área “Va pensiero” del Nabucco de Verdi, que al recordar la nostalgia de Sion del Pueblo de Dios en el salmo 137, nos reaviva nuestra nostalgia de la Jerusalén celestial, donde esperamos reunirnos con el P. Vilaseca y todos los que nos han precedido en la señal de la fe.
Una fraterna convivencia parroquial puso punto final a la conmemoración, donde brindamos con vino chileno, empanadas y champaña para recordar las que el doctor Urrutia recetó a Nuestro Padre, un día antes de su muerte, según el relato anónimo que encontramos en la Biografía del P. Crescencio:
“A las siete de la noche del 2 de abril, volvió el doctor Urrutia, le hizo la misma operación en la garganta (con pinzas envueltas en algodón le limpiaba la garganta para que pudiera respirar, pero era una operación muy dolorosa porque el pobrecito se estremecía todo y se le rodaban las lágrimas) y le recetó para que tomara cada media hora una cucharada de Champaña, que se le estuvo dando hasta las 3 de la mañana”.
Nosotros sólo tomamos champaña al terminar la conmemoración para decir con todos los josefinos y josefinas presentes en Chile y el mundo, “Vilaseca, vive”. Amén.
P. Gabriel Rodríguez Celis, m. j.
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