¡No nos olvidemos de San José!
Día 9
La fe de México bajo la protección de San José
1) Inicio
En
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
V.
Envía, Señor tu Espíritu.
R. Y
se renovará la faz de la tierra.
Canto a San José
2) Lectura:
Declaración del Patronato de San José Primer
Concilio Provincial Mexicano (1555)
"Y porque de parte de toda la
República, así eclesiástica como seglar, con grande instancia nos fue
suplicado, mandásemos guardar y celebrar la Fiesta de el glorioso San Joseph,
Esposo de Nuestra Señora, y le recibiésemos por Abogado é intercesor contra las
tempestades, truenos, rayos y piedra, con que esta tierra es muy molestada; y
considerando los méritos y prerrogativas de este glorioso Santo, y la grande
devoción que el Pueblo le tiene, y la veneración con que de los indios y los
españoles ha sido y es venerado, S.A.C. recibimos al dicho glorioso san Joseph
por Patrón general de esta nueva Iglesia, y estatuimos y ordenamos que en todo
nuestro Arzobispado, y Provincia, se celebre su Fiesta, de doble mayor, o
primera dignidad, y se guarde de la manera que las otras Fiestas solemnes de la
Iglesia se manda guardar, y celebrar, la cual se celebrará, y guardará a diez y
nueve días del mes de Marzo, conforme a la Institución Romana."
3) Meditación
Desde
que llegaron a nuestro país como primeros misioneros, los frailes franciscanos
encomendaron la evangelización del mismo a San José. Desde entonces, nuestro
pueblo, particularmente el pueblo sencillo, aceptó esta devoción y dio su
cariño al esposo de la Virgen Morena. Recordemos lo que el Papa Francisco, como
pastor supremo de la Iglesia universal, piensa y espera de nuestro país.
México
es un gran país. Bendecido con abundantes recursos naturales y una enorme
biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio. Su privilegiada
ubicación geográfica lo convierte en un referente de América; y sus culturas
indígenas, mestizas y criollas, le dan una identidad propia que le posibilita
una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar. La
sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es, por lejos, uno de sus
mayores recursos biográficos. Una identidad que fue aprendiendo a gestarse en
la diversidad y, sin lugar a dudas, constituye un patrimonio rico a valorar,
estimular y cuidar.
Pienso,
y me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven;
sí, son sus jóvenes. Un poco más de la mitad de la población está en edad
juvenil. Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana. Da esperanzas y
proyección. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse,
transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro
y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente. Esta realidad nos lleva
inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de
construir el México que queremos, el México que deseamos legar a las
generaciones venideras. También a darnos cuenta de que un futuro esperanzador
se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de
empeñarse en el bien común, este «bien común» que en este siglo XXI no goza de
buen mercado. La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino
del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde
o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción,
el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e
incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento
y frenando el desarrollo (Discurso a las autoridades civiles).
Quiero
invitarlos hoya estar en primera línea, a primerear en todas las iniciativas que
ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad.
Donde
no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado
para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la
pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tenga que
llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las
manos de los traficantes de la muerte.
4) Oración
Oye, Señor ...
calma nuestras
impaciencias;
que aprendamos, como
José, en nuestra familia,
a dejar que las cosas
sucedan
sin perder el
equilibrio,
sin bloquearnos por
la protesta,
sin rechazar al
diferente,
sin juzgar con
dureza.
Danos la sabiduría de
José,
para pensar bien de
la gente y de nuestros familiares,
para dejar obrar a
Dios,
y para apostar por la
bondad del otro.
Haznos generosos como
María,
para darte el sí,
para estar
disponibles siempre,
aunque no entendamos.
Ayúdanos a cuidar
nuestra familia,
a mantener viva la
comunicación,
a generar ternuras y
detalles
ya estar atentos a lo
que necesita el otro.
y que San José
proteja a nuestro país
como protegió a tu
Hijo.
Amén.
5) Acción
Compartimos
de qué manera nos mantenemos informados sobre los problemas que aquejan a
nuestro país, y cómo podemos contribuir, junto con nuestras familias, como
agentes y como ámbitos de vida, al surgimiento de una sociedad responsable, y
una Iglesia comprometida con su enseñanza social y su puesta en práctica.
Tomado de: El Propagador de la devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 24-26.
Ilustración: Ricardo González Copado
Título: José, Protector de la Iglesia Universal.