domingo, 12 de marzo de 2017

Día 3 novena a San José 2017


¡No nos olvidemos de San José!

Día 3

El amor apasionado


1) Inicio

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

V. Envía Señor tu Espíritu.
R. Y se renovará la faz de la tierra.

Canto a San José


2) Lectura: Cantar de los Cantares 8, 5-7

5. ¿Quién es ésa que sube del desierto apoyada en su amado? El: Debajo del manzano te desperté, allí mismo donde te concibió tu madre, donde te concibió la que te dio a luz. Ella: 6. Guárdame en tu corazón como tu sello o tu joya, siempre fija a tu muñeca. porque es fuerte el amor como la muerte, y la pasión, tenaz como el infierno; sus flechas son dardos de fuego, como llama de Yavé. 7. ¿Quién apagará el amor? No lo podrán las aguas embravecidas, vengan los torrentes, ¡no lo ahogarán! Si alguien quisiera comprar el amor con todo lo que posee en su casa, sólo conseguiría desprecio.

3) Meditación

En tiempos de Jesús, los matrimonios solían ser negociados, poco importaban los sentimientos. No conocemos como fue que se conocieron María y José, ni tampoco como es que se tomó la decisión de su matrimonio; no obstante creemos que entre ellos hubo verdadero matrimonio; no obstante  creemos que entre ellos hubo verdadero amor, puesto que el amor era la condición esencial para el nacimiento, el crecimiento y la educación del Hijo de Dios. Sin embargo, el amor no es sólo un sentimiento, como a veces se piensa el día de hoy, o simplemente atracción física. Al respecto, nos alerta el Papa Francisco en Amoris Laetitia:

Deseos, sentimientos, emociones, eso que los clásicos llaman “pasiones” tienen un lugar importante en el matrimonio. Se produce cuando “otro” se hace presente y se manifiesta en la propia vida. Es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa, y esta tendencia tiene siempre señales afectivas básicas: el placer o el dolor, la alegría o la pena, la ternura o el temor. Son el presupuesto de la actividad psicológica más elemental. El ser humano es un viviente de esta tierra, y todo lo que hace y busca está cargado de pasiones.

Experimentar una emoción no es algo moralmente bueno ni malo en sí mismo. Comenzar a sentir deseo o rechazo no es pecaminoso ni reprochable. Lo que es bueno o mal es el acto que uno realice movido o acompañado por una pasión. Pero si los sentimientos son promovidos, buscados y, a causa de ellos, cometemos malas acciones, el mal está en la decisión de alimentarlos y en los actos malos que sigan. En la misma línea, sentir gusto por alguien no significa de por sí que sea un bien. Si con ese gusto yo busco que esa persona se convierta en mi esclava, el sentimiento está al servicio de mi egoísmo. Creer que somos buenos sólo porque “sentimos cosas” es un tremendo engaño. Hay personas que se sienten capaces de un gran amor sólo porque tiene una gran necesidad de afecto, pero no saben luchar por la felicidad de los demás y viven encerrados en sus propios deseos. En ese caso los sentimientos distraen de los grandes valores y ocultan un egocentrismo que no hace posible cultivar una vida sana y feliz en familia.

Además, la prolongación de la vida hace que se produzca algo que no era común en otros tiempos: la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra vez. Quizá el cónyuge ya no está apasionado por un deseo sexual intenso que le mueva hacia la otra persona, pero siente el placer de pertenecerle y quele pertenezca, de saber que no está solo, de tener un “cómplice” que conoce todo de su vida y de su historia y que comparte todo.

Es el compañero en el camino de la vida con quien se puede enfrentar las dificultades y disfrutar las cosa lindas. Eso también produce una satisfacción que acompaña al querer propio del amor conyugal. No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, si podemos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, si podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad. El amor que nos prometemos supera toda emoción, sentimiento o estado de ánimo, aunque pueda incluirlos. Es un querer más hondo, con una decisión del corazón que involucra toda la existencia. Así, en medio de un conflicto no resuelto, y aunque muchos sentimientos confusos den vueltas por el corazón, se mantiene viva cada día la decisión de amar, de pertenecerse, de compartir la vida entera y de permanecer amando y perdonando. Cada uno de los dos hace un camino de crecimiento y de cambio personal. En medio de ese camino, el amor celebra cada paso y cada nueva etapa.

En la historia de un matrimonio, la apariencia física cambia, pero esto no es razón para que la atracción amorosa se debilite. Alguien se enamora de una persona entera con una identidad propia, no sólo de un cuerpo, aunque ese cuerpo, más allá del desgaste del tiempo, nunca deje de expresar de algún modo esa identidad personal que ha cautivado el corazón. Cuando los demás ya no puedan reconocer la belleza de esa identidad, el cónyuge enamorado sigue siendo capaz de percibirla con el instinto del amor, y el cariño no desaparece. Reafirma su decisión de pertenecerle, la vuelve a elegir, y expresa esa elección en una cercanía fiel y cargada de ternura. La nobleza de su opción por ella, por ser intensa y profunda, despierta una forma nueva de emoción en el cumplimiento de esa misión conyugal. Porque «la emoción provocada por otro ser humano como persona [...] no tiende de por sí al acto conyugal». Adquiere otras expresiones sensibles, porque el amor «es una única realidad, si bien con diversas dimensiones; según los casos, una u otra puede destacar más». El vínculo encuentra nuevas modalidades y exige la decisión de volver a amasarlo una y otra vez. Pero no sólo para conservarlo, sino para desarrollarlo. Es el camino de construirse día a día. Pero nada de esto es posible si no se invoca al Espíritu Santo, si no se clama cada día pidiendo su gracia, si no se busca su fuerza sobrenatural, si no se le reclama con deseo que derrame su fuego sobre nuestro amor para fortalecerlo, orientarlo y transformarlo en cada nueva situación.

4) Oración

Oye, Señor…
queremos reunirnos en tu presencia,
juntarnos en torno a ti,
para que nos hables al corazón
y nos envuelvas en tu amor.

Haz que entre nosotros florezca la justicia,
que nos tratemos con paz
y que obremos con rectitud,
para que no andemos divididos.

Socórrenos, Señor, que te necesitamos,
llega al corazón de cada uno
de los que formamos un matrimonio.

Haz, Señor, que nuestras diferencias
sean complementarias,
que creamos todos en tu Amor.

Bendícenos a todos, Señor,
a los que te conocemos
y ya te disfrutamos
a los que aún no creen en ti.
Amén.


5) Acción

Anotamos en una hoja o en un cuaderno palabras y acciones que erosionan en la familia los sentimientos de afecto y de gratitud; y hacen que, en su lugar surjan sentimientos de egoísmo e indiferencia. Escribimos una carta de gratitud a los abuelos, por el ejemplo de la fidelidad matrimonial.

Tomado de: El Propagador de la devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 8-10.

Ilustración: Ricardo González Copado
Título: Familia de Nazaret.

1 comentario:

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