Día 6
Espiritualidad
matrimonial y familiar
1) Inicio
En el nombre
del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
V. Envía
Señor tu Espíritu.
R. Y se
renovará la faz de la tierra.
Canto a San
José
2) Lectura: Juan 2, 1-11
1. Tres días más tarde se celebraba una
boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2. También fue
invitado Jesús a la boda con sus discípulos. 3. Sucedió que se terminó el vino
preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le
dijo: «No tienen vino.» 4. Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis
asuntos? Aún no ha llegado mi hora.» 5. Pero su madre dijo a los sirvientes:
«Hagan lo que él les diga.» 6. Había allí seis recipientes de piedra, de los que
usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada
uno. 7. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes.» Y los llenaron hasta el
borde. 8. «Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo.» Y ellos se lo
llevaron. 9. Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó
al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los
sirvientes que habían sacado el agua. 10. Y le dijo: «Todo el mundo sirve al
principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de
menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final.» 11. Esta señal
milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su
gloria y sus discípulos creyeron en él
3) Meditación
Fiesta y alegría,
pero también la presencia de Jesús y la sensibilidad frente a los pobres. Todo
esto forma parte de la espiritualidad matrimonial y familiar, que Jesús
aprendió a vivir en el hogar de Nazaret. Al respecto, el Papa Francisco afirma:
La presencia
del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos,
luchas, alegrías e intentos cotidianos. Cuando se vive en familia, allí es
difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa
autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz. La espiritualidad del
amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad
de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Esa
entrega asocia «a la vez lo humano y lo divino», porque está llena del amor de
Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del
vínculo habitado por el amor divino.
317. Si la
familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la vida
familiar. Los dolores y las angustias se experimentan en comunión con la cruz
del Señor, y el abrazo con él permite sobrellevar los peores momentos. En los
días amargos de la familia hay una unión con Jesús abandonado que puede evitar
una ruptura. Las familias alcanzan poco a poco, «con la gracia del Espíritu
Santo, su santidad a través de la vida matrimonial, participando también en el
misterio de la cruz de Cristo, que transforma las dificultades y sufrimientos
en una ofrenda de amor». Por otra parte, los momentos de gozo, el descanso o la
fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida
plena de su Resurrección. Los cónyuges conforman con diversos gestos cotidianos
ese «espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del
Señor resucitado».
318. La
oración en familia es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta fe
pascual. Se pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el
Señor vivo, decirle las cosas que preocupan, rogar por las necesidades
familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil, pedirle ayuda
para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la
Virgen que proteja con su manto de madre. Con palabras sencillas, ese momento
de oración puede hacer muchísimo bien a la familia. Las diversas expresiones de
la piedad popular son un tesoro de espiritualidad para muchas familias. El
camino comunitario de oración alcanza su culminación participando juntos de la
Eucaristía, especialmente en medio del reposo dominical. Jesús llama a la
puerta de la familia para compartir con ella la cena eucarística (cf. Ap 3,20).
Allí, los esposos pueden volver siempre a sellar la alianza pascual que los ha
unido y que refleja la Alianza que Dios selló con la humanidad en la CRUZ. La
Eucaristía es el sacramento de la nueva Alianza donde se actualiza la acción
redentora de Cristo (cf. Lc 22,20). Así se advierten los lazos íntimos que
existen entre la vida matrimonial y la Eucaristía. El alimento de la Eucaristía
es fuerza y estímulo para vivir cada día la alianza matrimonial como «iglesia
doméstica».
4) Oración
Gracias, Padre,
por haber dado a nuestro mundo la familia,
transmisora de valores,
núcleo del aprendizaje y de las relaciones humanas,
comunidad de amor, Iglesia doméstica y fuente de vida.
Niño Jesús,
muéstrate ante nosotros con la inocencia
y la ternura que iluminan
esta sociedad llena de interrogantes.
Niño de Nazaret, con María y José,
transmite paz y sencillez,
espíritu de pobreza y generosidad
a este mundo nuestro tan necesitado de amor y verdad.
Jesús de Nazaret,
hazte presente en nuestras familias,
sea cual sea su situación;
actúa y vive en los padres y las madres;
gracias por la llama de reconciliación
que pones en tantos hogares
para hacer que la experiencia humana en familia
vaya más allá de una mera convivencia
y llegue a ser, con fe y con humanidad
una comunidad de paz, perdón, esperanza y amor.
Gracias, Jesús,
por haber entrado en nuestra casa,
junto con María y José.
Amén.
5) Acción:
Revisamos nuestra vida sacramental y de
oración; ¿por qué creemos que hay familias par alas cuales la vida sacramental
consiste solo en acontecimientos sociales? ¿qué podemos hacer al respecto?
Tomado de: El Propagador de la
devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 17-18.
Ilustración: Ricardo González Copado
Título: José, el hombre justo.
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