¡No nos olvidemos de San José!
Día 5
Los niños, los ancianos y los enfermos
1) Inicio
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
V. Envía Señor tu Espíritu.
R. Y se renovará la faz de la tierra.
Canto a San José
2) Lectura: Lucas
2, 1-21
1. Por aquellos días salió un decreto del
emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio.
2. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. 3. Todos,
pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. 4.
José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a
la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; 5. allí se
inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. 6. Mientras estaban en
Belén, llegó para María el momento del parto, 7. y dio a luz a su hijo
primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había
lugar para ellos en la sala principal de la casa. 8. En la región había
pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus
rebaños. 9. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó
de claridad. Y quedaron muy asustados. 10. Pero el ángel les dijo: «No tengan
miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha
alegría para todo el pueblo. 11. Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para
ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. 12. Miren cómo lo
reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado
en un pesebre.» 13. De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron
junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: 14. «Gloria a Dios en lo
más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su
gracia.» 15. Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se
dijeron unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y
que el Señor nos ha dado a conocer.» 16. Fueron apresuradamente y hallaron a
María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. 17. Entonces
contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. 18. Todos los que
escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían. 19. María,
por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su
interior. 20. Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios
por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían
anunciado. 21. Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el
nombre de Jesús, nombre que había indicado el ángel antes de que su madre
quedara embarazada.
3) Meditación
Dolor
y sufrimiento son realidades inevitables en la creación de Dios, no porque Dios
así lo haya querido o pueda evitarlo. La creación es finita, limitada
necesariamente; el paso del tiempo supone desgaste y muerte. El ser humano es
libertad no siempre bien educada y, por lo tanto, no siempre bien usada. María
y José no pudieron evitar el dolor y el derramamiento de sangre del pequeño en
la circuncisión. Tampoco el Padre pudo
evitar el dolor, el sufrimiento y la muerte de su Hijo en la cruz. Sin embargo,
frente al dolor y el sufrimiento, Dios tiene una palabra de consuelo y nos hace
sentir su cercanía. En varias ocasiones, el Papa Francisco ha comparado a la
familia con cinco edificios: la escuela, la fábrica de esperanza, la iglesia,
el asilo y el hospital. Recordemos lo que nos dijo al respecto en su visita al Hospital pediátrico Federico Gómez en la
Ciudad de México:
Hay un pedacito en el Evangelio que nos
cuenta la vida de Jesús cuando era niño. Era bien chiquito, como algunos de
ustedes. Un día los papás, José y María, lo llevaron al Templo para
presentárselo a Dios. Y ahí se encuentran con un anciano que se llamaba Simeón,
el cual cuando lo ve –muy decidido, el viejito, y con mucha alegría y
gratitud–, lo toma en brazos y comienza a bendecir a Dios. Ver al niño Jesús
provocó en él dos cosas: un sentimiento de agradecimiento y las ganas de
bendecir. O sea, da gracias a Dios y le vinieron ganas de bendecir, al viejo.
Simeón es el «abuelo» que nos enseña esas
dos actitudes fundamentales de la vida: agradecer y, a su vez, bendecir.
Acá, yo los bendigo a ustedes, los médicos
los bendicen a ustedes, cada vez que los curan las enfermeras, todo el
personal, todos los que trabajan, los bendicen a ustedes, los chicos; pero
ustedes también tienen que aprender a bendecirlos a ellos y a pedirle a Jesús
que los cuide porque ellos los cuidan a ustedes. Yo aquí –y no sólo por la
edad– me siento muy cercano a estas dos enseñanzas de Simeón. Por un lado, al
cruzar esa puerta y ver sus ojos, sus sonrisas –algunos pillos–, sus rostros,
me generó ganas de dar gracias. Gracias por el cariño que tienen en recibirme;
gracias por ver el cariño con que se los cuida aquí, con el cariño con que se los
acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para
que puedan recuperarse rápido.
Es tan importante sentirse cuidados y
acompañados, sentirse queridos y saber que están buscando la mejor manera de
cuidarnos, por todas esas personas digo: «¡Gracias!». «¡Gracias!».
Y, a su vez, quiero bendecirlos. Quiero
pedirle a Dios que los bendiga, los acompañe a ustedes y a sus familias, a
todas las personas que trabajan en esta casa y buscan que esas sonrisas sigan
creciendo cada día. A todas las personas que no sólo con medicamentos sino con
«la cariñoterapia» ayudan a que este tiempo sea vivido con mayor alegría. Tan
importante «la cariñoterapia». ¡Tan importante! A veces una caricia ayuda tanto
a recuperarse.
4) Oración
Tú, Señor eres de la familia
Tenemos el peligro, Señor, de despistarnos de Ti,
andamos todos
corriendo, agobiados, llenos de responsabilidades.
Las prisas de la vida nos impiden pararnos y cuidar nuestro
amor.
Enséñanos a hacer familia, tú que eres,
Señor, uno más de la
nuestra.
A veces damos el cariño por supuesto
y nos cuesta decirnos
el amor,
otras veces la rutina se nos cuela en nuestros días
y vivimos todos juntos, pero, con más prisas que risas y
ternuras.
Sugiérenos los gestos y la palabra oportuna,
tú, Señor, que
eres de la familia.
Somos familia porque nos contamos la vida,
porque la comunicación es nuestro alimento,
porque nos escuchamos con interés,
porque nos regalamos
confidencias,
aunque, a veces, la tele nos gana la partida,
o nos escondemos en lo nuestro.
Mantennos en comunicación constante,
en amistad profunda,
tú que eres, Señor, de la familia.
Nos cuesta encontrar el equilibrio
entre lo común y lo
privado,
entre la autonomía e intimidad personal,
y entre hacer familia y estar todos juntos.
Ayúdanos a respetar los ritmos individuales
y la libertad de
cada uno,
y sé tú un punto de unión entre nosotros,
que para eso eres, Señor, uno más de la familia.
Vivimos en una sociedad que te tiene olvidado,
en un sin
dios constante,
adorando al dinero, al poder, al prestigio y a la eficacia.
Cambia nuestros valores, mantennos fieles al ser y no al
tener,
haznos recordar siempre que estamos habitados de Ti,
porque eres uno más de la familia.
Contigo entre nosotros estamos inventando cada día esta
familia,
Tú nos conoces aún mejor que nosotros mismos,
Tú nos ayudas a potenciarnos sin controlarnos,
Tú nos enseñas a vivir construyendo tu reino.
5) Acción:
Comentamos
en familia qué trato damos a nuestros abuelos, a los ancianos de la familia
especialmente a los más aquejados por enfermedades degenerativas. Comentamos
qué podemos hacer por ellos para que sientan el consuelo y la cercanía de Dios.
Tomado
de: El Propagador de la devoción al señor
San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 14-16.
Ilustración:
Ricardo González Copado
Título: María y
José se encuentran con el anciano Simeón.
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