Necesitamos silencio interior y exterior que nos permitan el diálogo con Dios y con los santos, y a eso tiende esta popular devoción. Los Dolores y Gozos se pueden meditar, uno a uno, durante los siete domingos que preceden al 19 de marzo.Lo que importa es que contemplemos a aquél que, después de María –y junto a Ella–, ha sido quien ha estado más unido a Jesús en esta tierra; de él aprenderemos muchas cosas para nuestra propia vida, y en especial la disponibilidad para dedicarnos a las cosas que se refieren al servicio de Dios.
El Papa Juan Pablo II ha afirmado que «las almas más sensibles a los impulsos del amor divino ven con razón en José un luminoso ejemplo de vida interior» Exh. Ap. Redemptoris Custos, 27).
Dios cuenta con los hombres y las mujeres para realizar la redención en la historia, pero necesita que ellos se confíen plenamente en Él y pongan a su servicio todo lo suyo: su libertad, su iniciativa, todas sus capacidades. Cada uno tenemos nuestro trabajo, nuestra familia, nuestras amistades; Dios nos ha puesto ahí, con nuestras circunstancias, para hacernos santos y llevar todo hacia Él. «Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible: San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan grandes cosas, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas» (Redemptoris Custos, 24).
Estas virtudes las aprenderemos considerando sus Dolores y Gozos, lo podemos hacer cada uno por nuestra cuenta en cualquier lugar, aunque a veces es necesario dejar por un momento el ritmo diario y ver desde lejos –en un clima de silencio y oración– nuestra propia vida para aprender a darle el sentido que Dios quiere; porque también a nosotros Dios quiere confiarnos cosas grandes.
Al comienzo de cada uno de los siete Dolores y Gozos ponemos el ejercicio tradicional del venerable P. Jenaro Sarnelli (+1744), discípulo de san Alfonso María, quien inició esta piadosa devoción a san José, a la que los Papas Gregorio XVI y Pío IX enriquecieron con diversas indulgencias.Para lucrar la Indulgencia plenaria basta rezar esas oraciones con un Padrenuestro, Avemaría y Gloria al final de cada una de ellas, los siete domingos anteriores a la fiesta de san José –o en cualquier otro tiempo–, cumpliendo las demás condiciones acostumbradas. Ofrecemos, sin embargo, otras consideraciones que, por su meditación, pueden servir para la vida corriente.
Primer Dolor y Gozo
Primer Dolor y Gozo
Castísimo Esposo de María, glorioso san José. Así como fue terrible el dolor y la angustia de tu corazón cuando creíste que debías separarte de tu Inmaculada Esposa, experimentaste después un vivo gozo cuando el Ángel te reveló el misterio de la Encarnación.
Por este dolor y gozo, te suplicamos te dignes consolar nuestras almas ahora y en nuestros últimos momentos; alcánzanos la gracia de llevar una vida santa y tener una muerte semejante a la tuya, en compañía de Jesús y de María.
(Padrenuestro, Avemaría y Gloria)
Primer dolor
Estando desposada su madre María con José, antes de vivir juntos se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18)José se sabía verdaderamente afortunado por haber encontrado a María, una mujer que pensaba como él y tenía a Dios como valor más importante de su vida. Reconoce y agradece los designios de la Providencia divina.
En medio de su deseo por agradar a Dios y amar a su esposa observa con sorpresa que María espera un niño. ¿Qué significa aquello? María era una mujer muy especial y en ese momento sospecha que algo grande ha debido suceder; un misterio divino como tantos otros que recoge la Biblia.
José piensa que tiene que desaparecer de la escena y dejar que Dios haga como desee.
Pero sufre, sufre muchísimo porque eso supone dejar a quien más quiere en el mundo.
En ocasiones no se entiende lo que sucede. ¿Qué hacer entonces? Mirar a Dios y esperar. Dios es fiel; quien se apoya en él no quedará defraudado.
PRIMER GOZO
El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús (Mt 1, 20-21).
Cuando se consideran las cosas en la presencia de Dios se pueden ver como Dios las ve. A José se le hace entender que María ha concebido virginalmente y no sólo no debe abandonarla, sino que, siendo su esposo, el Salvador nacerá en el seno de una familia, de la cual él será el padre, pues debe poner el nombre al Niño.
Gozo inmenso al conocer su misión: cuidar al Mesías prometido. Se le pide –¡nada menos!– no separarse de Jesús ni de María. El dolor ha dado paso a la alegría desbordante y se va corriendo a contar a su esposa lo que acaba de descubrir: su vocación.
Antes José se sentía afortunado, pero al comprender los planes divinos siente una alegría mayor. José mira con inmenso cariño a María y agradece a Dios haberle escogido a él para contemplar y participar en tales sucesos divinos.
Reflexión:·
¿Comprendo que Dios tiene unos planes para mí y que yo debo conocerlos?
¿Entiendo que Dios llama a todos a la santidad, que toda vida es respuesta y que toda mi vida debe ser una respuesta afirmativa a Dios?
¿Me doy cuenta de que la vocación nunca puede suponer un fastidio porque es lo que da sentido sobrenatural y eterno a nuestro paso por la tierra?
¿Sé que todos los santos han tenido que pasar por la oscuridad, la prueba, la renuncia a los planes personales, pero que, precisamente por su abandono total en Dios, Él les ha dado la luz, la alegría y la paz que el mundo no puede dar?
¿Hay algo más grande en el mundo que servir a Dios?
¿Rezo por las vocaciones sacerdotales?
¿Qué me pide Dios a mí ahora?
Propósito:
Pedir estos días por las vocaciones, especialmente por la mía propia.
Oración:
San José, patrono de las vocaciones en la Iglesia, ayúdame a descubrir lo que Dios espera de mí, a ser fiel todos los días de mi vida hasta la muerte, especialmente en las pequeñas llamadas que Dios me hace a lo largo del día, y a entender la importancia de servir con generosidad a los planes de Dios. Así sea.Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía.
Jesús Martínez García
Publicado por Paco Vidal DCJM en:
http://pacodcjm.blogspot.com/2009/02/los-siete-domingos-de-san-jose.html
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