Cuarto Dolor y Gozo
Santo fidelísimo a quien le fueron comunicados los misterios de nuestra redención. Grande fue tu dolor al conocer por la profecía de Simeón que Jesús y María iban a sufrir; mas este dolor se convirtió en gozo al saber que sus padecimientos servirían para la salvación de muchas almas.
Por este dolor y gozo te pedimos la gracia de trabajar sin cansancio por la salvación de las almas y ser contados en el número de los que resucitarán para la gloria, por los méritos de Jesús y la intercesión de María.
(Padrenuestro, Avemaría y Gloria)
Cuarto dolor
Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto... como signo de contradicción... para que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Lucas 2, 34-35).
Simeón advierte a María y a José lo que habrán de sufrir aquellos que quieran estar con Jesús. Serán perseguidos por causa de la justicia, por vivir conforme a la verdad. Y a María se le augura que su alma será traspasada por una espada de dolor.
José sufre por la dureza de los corazones de tantos que no admiten ni a Jesús y ni la verdad que predicó, porque buscan su verdad, su felicidad egoístamente. Y sufre por cuantos son maltratados por cumplir la voluntad de Dios.
Dios puede hacer milagros, pero no puede cambiar el corazón de quien no es sincero y no quiere reconocer la verdad. Y eso, a José le duele, porque sabe que la felicidad y la salvación pasan por la puerta de la sinceridad.
Cuarto gozo
Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones (Lucas 2, 30-31).
Ciertamente Jesús será signo de contradicción para quienes no amen la verdad, pero será sobre todo luz para millones de mujeres y de hombres de toda la historia.
Las gentes se agolpan junto a la Sagrada Familia y al anciano sacerdote, y están mirando la Luz. Son los albores del cumplimiento de las palabras de Simeón, quien agradece a Dios haber podido ver al Mesías antes de morir.
José es feliz con Jesús. El no es su padre en el orden natural, pero lo es espiritual y afectivamente mucho más que si lo fuera. José es también nuestro padre en el orden espiritual, y goza viendo la Luz –que es Cristo– en nuestras almas.
Verdaderamente hay alegría en el cielo cuando nosotros –pecadores– nos arrepentimos, cuando reconocemos con sinceridad la verdad de Dios y la fe se hace vida en nuestra conducta.
Reflexión:
· ¿Es en la práctica el Señor lo primero en mi día, o antepongo otros intereses como si ellos fueran los que dan sentido a mi vida?
· ¿Hay algo que no quiero reconocer –un error práctico, algo que me humilla– y me hace sufrir en el corazón?
· ¿Pido a Dios luz para ver qué he de hacer y la fortaleza para realizar lo que Él me sugiera?
· ¿Estoy dispuesto a descubrir mis pensamientos al sacerdote y a escuchar lo que me diga para conocer la verdad en mi vida?
· ¿Acudo a mi padre san José en estos días?
· ¿Comprendo que tengo la responsabilidad de ser luz para los demás con mi ejemplo y mi palabra?
Propósito:
Cada noche, en presencia de Dios, examinaré mi conciencia con sinceridad, y acudiré estos días a la dirección espiritual.
Oración:
Oh Jesús, Luz de la gentes, ejemplo y medida de lo que el hombre debe ser, Maestro de la única verdad que salva, hazme humilde como lo fue san José para que sepa reconocer las verdades de la fe y sea consecuente con mi condición de cristiano. Así sea.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía.
Jesús Martínez García
Tomado de:
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