Homilia Viernes 19 de Marzo del 2010
Queridos amigos, paz y bien.
Hoy celebramos a San José, esposo de la Virgen María. Una historia muy interesante, de aceptación callada de la voluntad de Dios.
Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre para con el Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José, y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia (elogio del Martirologio Romano).
Quizá no sea una de las personas más votadas en la lista de personajes más importantes de la historia de la humanidad, pero su papel callado es imprescindible en la historia de la Salvación. No en vano Juan XXIII le declaró Patrono de la Iglesia.
Los Seminarios también tienen a san José como patrón. Si alguien se entregó a Dios en plenitud – como deberíamos hacer todos los sacerdotes – ese fue san José. En el camino hacia el sacerdocio, el modelo de amor de José y la paternidad espiritual hacia todos los fieles es un ideal a tener presente en el camino.
También en el trabajo, san José es patrón. Día a día, cuidando de la Sagrada Familia, dando ejemplo y enseñando a Jesús a vivir con su esfuerzo. Haciendo bien lo que tenemos que hacer, podemos acercarnos a lo que hizo José.
A todos los que creemos en la Iglesia, la figura de san José nos da pie para dar gracias a Dios por nuestros padres, por los testimonios callados de mucha gente que, día a día, trabajan para sacar adelante a sus familias. Por tantas personas que aceptan la voluntad de Dios y tratan de aplicarla en sus vidas. Muchos hermanos de tantas Congregaciones, que en silencio se han ido ganando la santidad en la sastrería, en la cocina, en la portería…
Hoy la Liturgia propone dos Evangelios, de Mateo y de Lucas. En ambos podemos ver que para el que está a la escucha de Dios, ninguna situación es irresoluble. Guardando la Palabra en el corazón, meditando, rezando, podemos llegar a saber qué pide Dios de nosotros en cada momento. Como san José. Muchos llevamos el nombre de José en nuestro propio nombre. A todos, felicidades. Y a seguir su ejemplo.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.
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