Ver y Creer “San José y Francisco”
San
José y el papa Francisco están vinculados por diversos y evidentes signos, cosa
que el Papa sabe. Su pontificado inició formalmente el día de la solemnidad de
San José, esposo de la Virgen María, y en su escudo ha querido mostrar el
atributo de la iconografía josefina con un ramo de frutos.
El
pasado 1 de mayo, fiesta de San José Obrero, en su catequesis durante la
Audiencia General, Francisco dijo que “en
el evangelio, Jesús es conocido como ‘el hijo del carpintero’. En el taller de
Nazaret, comparte con San José el esfuerzo, el cansancio, los problemas de cada
día, así como también la satisfacción” y explicó que “el trabajo forma parte del plan del amor de Dios y otorga dignidad a
la persona”. Luego se refirió a todos los trabajadores del mundo: “No dejo de pensar en las dificultades que
tienen no pocos países en el ámbito laboral. Pido a todos que, en la medida de
sus responsabilidades, se esfuercen por crear puestos de trabajo y dar
esperanza a los trabajadores. San José, que vivió momentos difíciles y puso su
confianza en Dios, interceda por todos los trabajadores del mundo”.
El
día 19 de marzo de 2013, fecha del inicio formal del pontificado de Francisco,
el Santo Padre hizo notar la coincidencia de la fecha con la celebración de la
solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia, como
una casualidad “muy rica de significado”.
En
la homilia dijo que Dios confió a San José la misión de ser custodio de María y
de Jesús en una custodia que se alarga luego a la Iglesia, y que esa custodia
José la ejerció “con discreción, con
humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total,
aun cuando no comprende”; explicó que su vocación de ‘custodio’ la vivió “con la
atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no
tanto al propio” e hizo notar que “José
es ‘custodio’ porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y
precisamente por eso es más sensible aun a las personas que se le han confiado,
sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea,
y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él vemos cómo se responde a la
llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es
el centro de la vocación cristiana: Cristo”.
Francisco
quiso traer la tarea de San José a todos nosotros cuando invitó a “custodiar a la gente, preocuparse por
todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos,
quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro
corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan
recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo,
también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con
sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en
el respeto y en el bien” y agregó que “para
‘custodiar’, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el
odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces
vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde
salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen”.
Además, el Santo Padre hizo notar que “en los Evangelios, San José aparece como un hombre fuerte y valiente,
trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de
los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y
capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor”.
Roberto O’Farrill Corona
Viernes, 03 Mayo 2013 01:10
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