jueves, 10 de septiembre de 2009

La tolerancia en San José


El rostro del Padre que no hace acepción de personas

Hablan los escritores josefinos del celo de San José por dar a conocer a Cristo a todo tipo de personas. En este artículo queremos enfocar la virtud de la tolerancia dentro de este celo de San José. Nos ilumina, para esto, la actitud del apóstol san Pablo cuando procuraba hacerse “todo para todos” a fin de ganarlos para Cristo (1 Corintios 9,19-23).

Lejos de todo “irenismo”, como quien dice: lejos de toda falsa y engañosa paz, el apóstol de los paganos, San Pablo, no se paraba en consideraciones accidentales y minúsculas sino, más bien, tenía siempre presente aquello que nos une con los demás como lo demuestra su discurso en el Areópago de Atenas (Hechos 17, 22-34). Siguiendo en esto la enseñanza y el ejemplo del mismo Cristo; “Juan, le dijo: Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedirlo, porque no nos sigue. Jesús respondió: no se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor” (Marcos 9, 38-40).

San José, en compañía de María, recibe a los pastores


Quien pretenda ser mensajero de la Buena Nueva de la salvación debe primero tener un espíritu abierto, una mente y un corazón ancho como el mundo que pretende evangelizar. También a los “otros”, Dios les ha concedido su gracia, su favor y verdad. Así fue como se abrió el universalismo cristiano. Esta fue la experiencia de San Pedro con la familia de Cornelio: “los creyentes convertidos de judaísmo se asombraban al ver que el Don del Espíritu Santo también se concedía a los paganos; ya que los oían hablar en diversas lenguas y proclamar la grandeza de Dios” (Hechos 10, 45-46).

¡También los pobres nos evangelizan! por ahí anda un dicho que dice: ¡no hay sabio que no pueda aprender ni ignorante que no pueda enseñar algo nuevo! De seguro tienen una mente cerrada, como cerrado tiene el corazón quienes, con duda, preguntan: “¿De Nazaret puede salir algo nuevo?” (Juan 1, 46).

Este Jesús, que aquí, se le presenta Natanael es “Jesús, hijo de José, el de Nazaret” (Juan 1,45). Cuando uno descubre que también “los otros” me pueden enseñar y yo aprender de ellos, esto es una gracia que el padre nos concede y por la que Jesús alaba: “te alabo, Padre, porque ocultando estas cosas a sabios entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla” (Lucas 10, 21). Entonces “Nazaret” deja de ser un simple dato geográfico y se convierte en un lugar teológico. Es la capacidad de asombro que proviene de Dios. No es incredulidad. “¿De donde saca este todo eso? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María? Esto era para ellos un obstáculo… y por su incredulidad, no hizo ahí mucho milagros” (Mateo 13, 54-58).

Es distinto el “asombro” con que escuchan atentamente José y María a los pastores. Es un asombro, envuelto de alegría al punto de ponerles toda la atención del mundo y guardar sus palabras en sus corazones. “Al ver al Niño, (los pastores) les contaron lo que había dicho del Niño. Y todos los que oyeron se asombraban de que contaban los pastores. María conservaba y meditaba todo en su corazón” (Lucas 2, 17-19).

Sin embargo, despejamos toda duda respecto a los pastores: “Lejos de ser un símbolo de inocencia idílica y ecológica, como nos lo presentan nuestras Imágenes navideñas de ‘los Nacimientos’, para la mentalidad de entonces los pastores son gente despreciable. Eran ‘Mal vistos’ por su profesión, pues ellos vivían fuera de la Ley. Se les consideraba unos ladrones, vividores de rapiña. Carecían del derecho civil de dar testimonio en un juicio. Se les tenía como unos analfabetas sin tiempo para asistir a la enseñanzas de los sabios en las sinagogas. Impuros, por su ocupación e incapaces de cumplir con el reposo ritual del sábado. En fin, gente no recomendable, peligrosa y ‘chusma’” (Nöel Quesson, Parole de Dieu pour chaque dimache. Droguet & Ardant. Limogenes 1983. Année B., Pag 24).

A Estos Dios ha escogido como primeros destinatarios de mensaje de salvación. Pobres, como eran también José Y María, supieron comprenderlos en su situación concreta y real. A este respeto escribe el padre José María Vilaseca: “¿Que sentía, vuestra alma, José divino, cuando los pastores os pedían ver a Jesús? ¿Qué sentía vuestra alma y la ternura de vuestro corazón cuando se lo presentabais en el regazo de su madre? ¿Qué sentíais cuando adoraban al recién nacido envuelto entre pañales y reclinado en su pesebre?”.

“Como a imitación vuestra los adoraban en espíritu y verdad. Tú deseabas, como María, la adoración de Jesús… y tú presentabas al divino Niño a los sencillos de corazón y a los pobres de espíritu” (¿Quién es José?, pp. 154-155).

San José en compañía de María recibe a los magos

Al igual que los pastores, también los Magos de Oriente, traen consigo muchos inconvenientes: ¡Cuantas discriminaciones por el color de la piel, el idioma, por sus usos y costumbres! ¡Todos los himnos nacionales invitan a luchar contra el extranjero y exaltan hasta el paroxismo las fronteras. La nueva Babel es hoy la intolerancia!

Al buscar en la Biblia temática de Luis Godtsseels, jesuita, la palabra “tolerancia” con sorpresa vi que nos enviaba hacia las palabras paciencia y mansedumbre de Jesucristo que se encarna en un pueblo determinado, con su cultura y como nos los enseña la carta a los Hebreos “Siendo hijo de Dios aprendió sufriendo lo que es obedecer” (Hebreos 5,8). También María y José, con paciencia y mansedumbre reciben a estos sujetos extraños en su cultura, lengua y costumbre.

“José tuvo la dicha indecible de recibir a los pastores que iban a adorar a Jesús, y los introdujo como a los representantes de todo el pueblo judío; y a los pocos días introdujo a los magos, que eran la primicia de la gentilidad. Los primeros fueron los pastores, gente pobre, sencilla y pueblo escogido de Dios; y los segundos fueron los Magos, es decir, los ricos, los sabios y los que tenían aún vivían en la miserable idolatría” (O.c., pág. 156) .

La palabra tolerancia se muestra restrictiva ante la actitud de Cristo: “La acogía de Dios a la humanidad se realiza a través del misterio de la encarnación y la pascua de Jesús, que implican la máxima donación del Hijo; que se hace siervo, por amor y se despoja de su divinidad. Sus brazos abiertos en la cruz, con los cuales acoge a la humanidad son a la vez el grado más pleno de donación de sí mismo” (Cristian Precht Bañados, Acoger, animar, acompañar. Tres claves de servicio Pastoral. PPC, Madrid 2007, Pág. 23).

Hoy que tanto se habla de “acogida” y de “acompañamiento”, tenemos que aprender de José y de María como les abren las puertas de su casa y de su corazón a los pobres y a los ricos. Todos tienen un rincón en su casa. La humanidad que hoy tanto habla de comprensión ella tiene necesidad de se acogida…

P. Eusebio Ramos Ramón, m. j.
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Tomado de:
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El Propagador de la Devoción al señor San José, Año CXXXVIII, N. 8, septiembre de 2009, pp. 2-7.

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