Solemnidad de San José en el
Misal Romano (Missale Romanum) de 1970
Me declaro con sano orgullo: egresado del Instituto Superior de Liturgia de Barcelona,
en el cual, al culminar los estudios, se me pidió la presentación de un
trabajo formal que pusiera a prueba la capacidad de síntesis y la aplicación de una metodología
razonable tratando un tema que toque parte de la interdisciplinariedad del
estudio de la Sagrada Liturgia1. Ocupado en estas cosas cayó bajo
nuestra mirada la llamada "carta
magna" de la josefología2, la Exhortación apostólica Custodio
del Redentor (Redemptoris Custos), de Juan Pablo II, publicada con motivo del centenario de la única encíclica
de la historia del Magisterio dedicada enteramente al culto a San José,
la Quamquam
pluries (Aunque ya muchas
veces) de León XIII.
Leyendo y releyendo su contenido, se descubre que no
hace otra cosa que resaltar las virtudes y especiales funciones con que el actual
formulario eucológico (de oraciones) lo celebra con solemnidad el día 19
de marzo. Allí encontramos la veta dorada que había de introducirnos en la gran
mina del estudio de dicha solemnidad según el Misal de Pablo VI. Éste es el estudio que quiero compartir ahora "desde
las aulas".
Pero, a la par, hacían su aparición grandes dificultades: ¿cómo hablar del que nunca habló?, ¿del hombre que
en los evangelios no tiene ni una sola palabra?, ¿cómo ubicar al hombre del silencio en el mismo silencio en que la
liturgia y el Magisterio de la Iglesia lo tuvo por largos siglos?
Salir de este primer escollo tendría solución:
dedicar un primer capítulo a confeccionar el itinerario de su culto y descubrir el
interés de los evangelistas, en especial Mateo, de valorar y resaltar su figura
en el misterio de la salvación. Luego, el
paso desde los evangelistas de la infancia –Mateo y Lucas– a la doctrina
patrística, que tiene que pasar por un puente que aunque resulte incómodo por
lo fantasioso y poco ortodoxo, no deja de tener sus aportes interesantes, algunos hasta fijados fuertemente hoy a la
Tradición; se trata de los apócrifos que son tenidos en cuenta por los
santos Padres.
Veremos cómo se va concretando el culto a San José aisladamente en
comunidades locales, especialmente entre los coptos de Egipto, donde José fue
un desplazado con su Sagrada Familia. Llegaremos a los siglos XV-XVI, donde el
florecimiento de su culto se va haciendo más público y universal y desembocará
en su nombramiento como Patrono universal de la Iglesia en 18703, a petición de los Padres conciliares.
Así, un primer capítulo tratará de acercarnos desde una triple perspectiva:
los calendarios antiguos, los documentos pontificios y algunos acontecimientos
concretos, a la manera como hoy la Iglesia
lo celebra. Y precisamente concluirá haciendo referencia al viaje a
Camerún del Papa Benedicto XVI, que coincidió con la celebración del día 19 de
marzo y en la que aprovechó para poner a su propio patrono "Joseph", como
ejemplo a seguir por los fieles de todo el continente africano.
El capítulo segundo vendrá a ser como la concreción de todo el trabajo y se
dedica después de algunas notas previas, que
creemos necesarias para abordar el tema principal, al análisis de cada una de las piezas eucológicas (oraciones) que el
Misal Romano de 1970 y sus ediciones
posteriores nos presentan para la solemnidad. Así, tratamos de escrutar
en cada una de las oraciones presidenciales y aún en las antífonas de entrada y
poscomunión aspectos puntuales como: la historia de su composición y sus
fuentes, su forma y estructura, las
resonancias bíblicas que presenta; finalmente la teología que nos refiere y la espiritualidad que inspira.
Es de notar que en la presentación de los textos optamos por una triple versión: la anterior presentada en
el Misal de 1570 (menos el prefacio, que no existía para entonces)4;
la actual de la edición típica, que es igual para las posteriores, incluyendo la editio typica emendata (Edición
típica corregida) 2008, y en tercer lugar, la versión castellana del Misal
de la Conferencia Episcopal Colombiana de 1972. Ello por razones argumentadas en
el contenido.
No quisimos obviar al final de este análisis del
segundo capítulo, un acercamiento a la polémica y discutida
decisión que durante la década de los 60 causó la introducción del nombre de San José en
el, intocable por catorce siglos, Canon
Romano, motivada por su Santidad Juan XXIII.
El tercer y último capítulo, presentará las razones por las cuales se pudo haber elegido el título de la
solemnidad: "San José,
esposo de la santísima Virgen María" y no otro. Se mostrará con
argumentos sólidos cómo ese título que hace honor al primer y principal
ministerio de San José tiene una historia, después de los datos bíblicos, que
nos llevará a tratar sobre la perfección, validez y veracidad del matrimonio de
José con María.
En cuanto a la metodología hemos de anotar que optamos generalmente por la
tríada hegeliana, tanto en la manera de dividir
los temas tratados como las perspectivas aplicadas a cada uno de los capítulos,
así: en el primero, la histórica; en el
segundo, la analítica, y en el tercero, la sintética; todo ello conservando parámetros lingüísticos y
explicativos que nos mantuvieron al mismo tiempo en un plano pedagógico, con altura
académica y rigor científico.
La bibliografía la quisimos dividir de manera que los ejes temáticos tengan
sus propias obras a consultar, de manera especial se encontrará el lector con
un nutrido elenco de obras articulistas de los frailes de la Orden de
Carmelitas Descalzos, grandes promotores de
la devoción a San José.
Habiendo llegado al final de un plan de trabajo
trazado con algunos presupuestos sobre el tema, hemos de expresar que hubo cambios normales en la
temática original, puesto que en el transcurso fueron apareciendo otras
prioridades temáticas que en aquellos
presupuestos no se podrían calcular. Algunas conclusiones que a
continuación presentamos corresponden a cada uno de los apartados, pero no
expresan el cúmulo de aprendizaje adquirido sobre el tema, sólo son unas líneas
puntuales que a su vez plantean, algunas de ellas, otros retos y proyectos de
estudio posteriores que pueden ser materia
a trabajar para alguno de los lectores de estas líneas.
El análisis de la eucología (oración) propia para la
solemnidad, tema que nos ha ocupado en este trabajo, se vería en un callejón
sin salida si quisiera prescindir de un marco bíblico-histórico de la figura de San José en la vida y en la misión de la Iglesia; tema que hemos abordado, pues, en
un primer capítulo y que ofrece luces para comprender mucho mejor el
formulario oracional del Misal de Pablo
VI para la Misa de San José.
Si bien es cierto que recientemente se celebra el 19 de
marzo como solemnidad de San José, no se puede afirmar que el santo Patriarca haya estado olvidado desde los primitivos tiempos de la Iglesia, sino que ya en sus
comienzos existió una tradición
cristiana muy fuerte y al mismo tiempo muy
local, recogida por los evangelios de la infancia; luego, a su manera
por los apócrifos, e inmediatamente después por los primeros Padres. De manera
que quienes afirman el gran silencio de San José en la liturgia se refieren a
que apenas hasta el siglo XV aparece "oficialmente" su nombre en
la liturgia romana.
Para ahondar en un itinerario del culto a San José se han
de tener en cuenta otras ciencias auxiliares, como la iconografía, la literatura
popular Josefina, la liturgia con sus diversos calendarios, las tradiciones
orales judías, entre otros temas. Hay que dejar aparte, como lo hemos hecho, las intuiciones o la literatura en extremo
mística, que lo que hace es desfigurar su historia y arriesgar la sana
ortodoxia con la que se ha de hacer el
recorrido histórico que desemboca en
la celebración actual con su propia eucología (oración)6.
Creemos que se hubieran podido
tener más en cuenta las fechas de antiguos calendarios o los tiempos de celebración
de otras familias
litúrgicas, para que la solemnidad fijada para
el 19 de marzo no coincidiera siempre con el tiempo de la Cuaresma, puesto que tal solemnidad pareciera
romper el itinerario y ambiente
propio de ese tiempo7.
Si bien el Papa León XIII, en 1870,
nombra a San José Patrono universal de la Iglesia, ese título no lo tiene en cuenta la
liturgia; parece que no existiera su patronazgo universal para los títulos de
las fiestas litúrgicas en que lo honramos. Dicha mención sí existió para el calendario
oficial de la Iglesia hasta la primera
mitad del siglo XIX, y se celebraba en el tiempo de la Pascua. En fin,
es Patrono, pero no se le celebra como tal.
Dicho por algún autor de los consultados: "San José parece no haber tenido suerte con los dicasterios; tampoco con los liturgistas".
En la iconografía sacra, para las imágenes que se veneran
en los templos, se podría optar por figuras más jóvenes, que no tuviesen tan en cuenta los escritos apócrifos que lo presentan anciano, un poco decrépito y casi
ridículo, todo para salvar el dogma
de la virginidad de María; cosa que no ocurre en los datos bíblicos.
Constatamos que la liturgia romana aporta aspectos
importantes al misterio de San José, sobre todo desde la reciente renovación sufrida en la eucología
(oraciones) Josefina, ahora mucho más concreta y pertinente. De hecho,
encontramos citados los mejores textos
bíblicos y aparece bien claro que los
títulos josefinos de "custodio y
depositario" de los misterios divinos es, desde la liturgia, donde mejor
le han sido aplicados y explicados.
La eucología (oraciones) de la solemnidad, que celosamente guarda aquí las características romanas de ser breve,
clara y sobria, ha bebido de diversas fuentes y presenta gran novedad frente a
las oraciones de misales anteriores, puesto que se limita a presentar los datos bíblicos sobre San José,
prescindiendo de reflexiones pías y hasta fabulosas que se podían encontrar
en oraciones para la Misa en textos anteriores.
9. Notamos la gran variedad de recursos
de los cuales los
Padres conciliares
dedicados a la confección de esta Misa
tuvieron que ir discerniendo: las
oraciones inmediatamente
anteriores o las reflexiones y sermones de los Padres,
como
en el caso de la collecta
(oración colecta); las oraciones de otros misales que
era necesario
pulir para introducirlas en el esquema romano,
como es el caso de la oración super oblata (oración sobre las ofrendas), o
el reto de ir
confeccionando una
nueva oración con elementos ya hechos
y otros de nuevo cuño, brotados
del desarrollo teológico y
litúrgico del
mismo Concilio, como es el caso de la post
communionem (oración después de la comunión).
La implícita mención de la Virgen
María como "madre" en la
oración sobre las ofrendas y como "esposa"
en el prefacio, en ambos casos en relación estrechísima con San José, a quien se le posiciona justamente,
es una novedad de esta eucología (conjunto
de oraciones) posconciliar frente a oraciones antiguas en las que pesaba
más la contraposición y contraste, con cierta dureza, entre la generación eterna, por la que Jesucristo nace del Padre "sin
madre", y la generación temporal, por la que nace de su Madre María "sin padre"8. Tal
eucología, que bebía de Concilios anteriores y de algunos Padres para
los que la figura de San José estaba más que
escondida, se trataba "casi conscientemente" de prescindir de
su nombre y servicio.
El formulario de oraciones que han
sido analizadas se convierte en clave interpretativa que nos conduce al
corazón de la
celebración, uniendo momentos y elementos temáticos a un mismo eje celebrativo-oracional. La collecta (oración
colecta) abre temáticamente a la memoria del santo, encuadrándolo en
el amplio misterio de la salvación, en la
Iglesia puesta toda entera en estado de servicio, como San José. La super
oblata (oración sobre las ofrendas) y la post communionem (oración
después de la comunión) especifican los servicios de San José y colocan
dinámicamente los mismos en el momento celebrativo: "mereamur
ministrare", podamos servirte, es realizado
en "huius altaris alimonia satiasti (que has alimentado con el
sacramento del altar)"; mientras que la post communionem (oración
después de la comunión) concluye invitando al gozo a los presentes y a mantener responsablemente los dones
recibidos9.
En toda la celebración, tanto por la eucología como los textos del Leccionario, los cuales mencionábamos
en el primer capítulo, San José
aparece siempre referido totalmente al misterio
de Cristo10, como "fiel
custodio", servidor del Hijo de Dios –pia devotione–, "fiel y prudente servidor".
Ciertamente su servicio cobra una fisonomía, de la cual todo lo dicho, hace como un recuento de su historia; "José, el esposo de
María" (Mt 1,16), "tú le pondrás el nombre de Jesús"
(Mt1, 21b); el prefacio completará
magistralmente: "jefe de tu familia [...] haciendo las veces de padre,
cuidara a tu Unigénito, concebido por obra
del Espíritu Santo"11, e incluso lo relaciona con Cristo en el
misterio eucarístico, como lo notamos en la
oración sobre las ofrendas: "así
como San José sirvió... a tu Unigénito... así también nosotros
merezcamos servirte en tu altar".
Notamos acierto en la elección del título de la solemnidad, ya que el ministerio de San José como "esposo" es el dato
primero y principal sobre el cual se fundamenta cualquier cosa que se diga del santo Patriarca José. Es el mayor título, así como el de la Virgen María es ser "Madre de Dios", el de San
José es el de ser "esposo de la
Virgen María". Es por eso que se ha de señalar en muchos
escritos que designan a María como esposa
del Espíritu Santo, y otros títulos, que es ante todo esposa de José; es el dato que consta en el Evangelio,
y no otro principalmente.
El análisis hecho de los esponsales, tanto desde la
Sagrada Escritura como en las costumbres nupciales en el tiempo de Jesús y la
doctrina patrística sobre el matrimonio de José con María, nos ha de servir
para no separar lo que Dios ha unido, es decir, que si encumbramos a
María con tantas fiestas, no hemos de ocultar a San José en sus dos únicas
fiestas litúrgicas (19 de marzo y 1 de mayo), ya que ambos se
santificaron juntos.
La paternidad y la especial colaboración en el misterio de la Redención
que, junto con la calidad de esposo, forman
la tríada fundamental de la teología de San José12, quedan
como temas para abordar y complementar lo aquí dicho. No los hemos tratado y
podrían representar para algunos un vacío en la comprensión de todo el
conjunto, pero dada la delimitación del
tema no lo creímos oportuno.
Queremos expresar una sentida gratitud a Dios, que
se digna poner en nuestra
vida de cristianos figuras como San José que,
como lo manifestó el Papa Benedicto XVI: "Su
ejemplo nos impulsa a entender que es abandonándose
totalmente a la voluntad de Dios como el hombre se convierte en
cumplidor eficaz del designio de Dios, que quiere reunir a los hombres en una sola familia, una sola asamblea,
una sola ecclesia (Iglesia)"13.
Francisco Javier Tamayo
Liturgia y Espiritualidad,
Año XL, n. 11
NOTAS
1 En
nuestro caso nos introducimos en la historia de la liturgia sobre
todo en el
primer capítulo, además en el año litúrgico y características del formulario
eucológico, en la teología y espiritualidad de la
liturgia. También se ha
tenido en cuenta el derecho y otras ciencias
propias del estudio litúrgico.
2 Término
que va siendo admitido en un sentido análogo al de "mariología", y que designa la consideración teológica
acerca de San
José.
3 Cfr.
Sagrada Congregación de Ritos, Decreto Quemadmodum
Deus (8 de diciembre
de 1870): AAS 1, V, 282.
4 Compuesto
e introducido en el Misal Romano en 1919, junto con el
de difuntos.
5 Sagrada
Congregación de Ritos, Decreto Novis hisce temporibus
(13 de noviembre
de 1962): AAS 54 (1962), 873.
6 Dentro
de esa literatura, que hemos dejado de lado por considerarla
poco ortodoxa o
muy atrevida, encontramos temas como: la relación
con la unión hipostática, la
personificación del Padre eterno, la resurrección de San José o su inmaculada
concepción. Algunos de estos
temas argumentados y defendidos aun por conocidos
teólogos.
7 Aunque
Dom Guéranger (1805-1875) consideró la fiesta de San José
en medio de la
Cuaresma como "una gran
alegría": "José, el
esposo
de María, el padre del Hijo de Dios, viene a consolarnos
con su querida
presencia". Citado por M. Garrido, "San
José en los
años litúrgicos", Estudios
Josefinos 100 (1996), 285.
8
Cfr. Concilio
Toledano XI, año 675, Dz 536; Concilio Romano, año 680, DzH 547; Veda el Venerable, In Luc, 1,2,48-50:
PL 92,349-350.
9
Cfr. M. Garrido, "Asociación de
la Virgen María y de San José en la Liturgia", Estudios Josefinos 16 (1962), 182.
10
No concentra la oración en San José, como puede ocurrir en las
devociones populares, sino que las oraciones del Misal se abren a la Trinidad,
se dirigen a Dios. Invocamos a José, pedimos su intercesión, pero en
estrechísima y obligada relación al misterio de Cristo. Cfr. J. González
Padrós, "La piedad popular y el año
litúrgico", en AA.VV., La piedad popular y la liturgia, CPL,
Barcelona 2003,43-54.
11 Misal Romano, Prefacio de la solemnidad de San
José, esposo de la santísima Virgen María.
12
Cfr. Pío XII, Radiomensaje a los alumnos de las escuelas católicas
de
los Estados Unidos de América (19 de febrero de 1958): AAS 50
(1958), 174.
13 Benedicto XVI,
Discurso en las Vísperas de la solemnidad de San
José, 18 de marzo de 2009.
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