Te ofrezco la traducción de un artículo dedicado a San José Obrero en la iconografía aparecido en el períodico L'Osservatore Romano, del 01 de mayo de 2010 en su edición diaria en lengua italiana.
La iconografía de San José obrero
Inicialmente identificado por los instrumentos de trabajo, como se ve en algunas de las obras de arte paleocristianas, representado aisladamente solo a partir del siglo XIV, por efecto de la nueva sensibilidad de las órdenes mendicantes, San José surge como emblema de la categoría de los artesanos fabri lignamine (carpintero), se convierte en patrono e intercesor para las causas de enfermedad, y particularmente a la hora de la muerte. Su presencia actualiza el trabajo de los servidores, evoca su arte, honra la humilde actividad artesanal, proyectándola sobre el plano a temporal, en la esfera de lo sagrado.
El santo carpintero se convierte en modelo para todos, en el ámbito familiar; cada uno desarrolla su tarea en este singular cuadro interior de cuyo vértice, en el plano visual, junto a María sentada, que intenta hilar o coser. En el ámbito de las representaciones del ciclo de la Infancia del Salvador (Infantia Salvatoris), la escena de la “vida en Nazaret” toma un momento ordinario plagado de mensajes. La representación parece reflejar paz y serenidad, pero los detalles que aluden a la pasión y muerte, llenan de notas dolorosas la representación. Sin embargo prevalece constante la atmósfera de callada certeza en los protagonistas, de realizar un servicio profundamente participado. Se deja ver en las miradas, los gestos elocuentes, de la alegría representada en la sonrisa insinuada, desde la expresión intensa del artesano al trabajo que contempla absorto el Niño Jesús trabajando a su lado.
El aspecto de la laboriosidad de José y María y Jesús han tomado características narrativas, y ha sido disminuido en las formas y en los modos del lenguaje artístico; desde los añadidos de Durero, al retablo de altar de iglesias y Confraternidades de los Carpinteros, de las estampas de la devoción privada, a la imaginería, nos es restituida una imagen de vida familiar sellada por la armonía y la paz interior.
Junto a los protagonistas del evento, a su lado se mueven ligeras figuras angélicas, en hábitos de ayudantes ocupados en pequeñas trabajos prácticos, ocupan comúnmente el primer plano, compartido con el Niño, de quien retoman las características y la edad. Transportan las herramientas, ponen leña para el fuego, limpian, colaboran en la edificación d una morada o de una torre que alude a María (Torre de Marfil).
La escena poblada de figuras celestes, se presenta viva y festiva, la laboriosidad revela un espíritu laboriosidad revela un espíritu “moderno”, los hábitos reflejan el ámbito a quien es destinación y la época; vemos de este modo convivir temas de origen antiguo, con aspectos de contemporaneidad.
La estatua en la iglesia de San José en Ostra (Ancona), por ejemplo, muestra a José y al Niño, conducido de la mano, que exhibe un cesto con las herramientas de trabajo; justamente como es representado en las estampas, en la pintura y en la imaginería del Setecientos, representación visual del pasaje de los evangelios apócrifos que refieren la actividad del Carpintero, y el aprendizaje del Hijo, junto a él en el taller y en las quehaceres del domicilio.
Elaboración más tardía, por el contrario, es la presencia de ángeles coadjutores, aunque si ya, a partir del siglo XVI constituyen un componente significativo, y se convierten, con el paso del tiempo, en parte integrante de la escena.
Entre las primeras obras de esta tipología iconográfica se encuentra sin duda por contar los agregados de Durero (1471-1528); por tanto una miniatura de Giuglio Clovio (1498-1598) y una tela de Soens (1547-1611) documentan la fortuna del tema.
Desgraciadamente esta riqueza iconográfica, crecida a paso similar con la devoción a San José y la Sagrada Familia, en los últimos cincuenta años se ha ido, poco a poco, acabando, salvo alguna rara citación pictórica.
Stefania Colafranceschi
El santo carpintero se convierte en modelo para todos, en el ámbito familiar; cada uno desarrolla su tarea en este singular cuadro interior de cuyo vértice, en el plano visual, junto a María sentada, que intenta hilar o coser. En el ámbito de las representaciones del ciclo de la Infancia del Salvador (Infantia Salvatoris), la escena de la “vida en Nazaret” toma un momento ordinario plagado de mensajes. La representación parece reflejar paz y serenidad, pero los detalles que aluden a la pasión y muerte, llenan de notas dolorosas la representación. Sin embargo prevalece constante la atmósfera de callada certeza en los protagonistas, de realizar un servicio profundamente participado. Se deja ver en las miradas, los gestos elocuentes, de la alegría representada en la sonrisa insinuada, desde la expresión intensa del artesano al trabajo que contempla absorto el Niño Jesús trabajando a su lado.
El aspecto de la laboriosidad de José y María y Jesús han tomado características narrativas, y ha sido disminuido en las formas y en los modos del lenguaje artístico; desde los añadidos de Durero, al retablo de altar de iglesias y Confraternidades de los Carpinteros, de las estampas de la devoción privada, a la imaginería, nos es restituida una imagen de vida familiar sellada por la armonía y la paz interior.
Junto a los protagonistas del evento, a su lado se mueven ligeras figuras angélicas, en hábitos de ayudantes ocupados en pequeñas trabajos prácticos, ocupan comúnmente el primer plano, compartido con el Niño, de quien retoman las características y la edad. Transportan las herramientas, ponen leña para el fuego, limpian, colaboran en la edificación d una morada o de una torre que alude a María (Torre de Marfil).
La escena poblada de figuras celestes, se presenta viva y festiva, la laboriosidad revela un espíritu laboriosidad revela un espíritu “moderno”, los hábitos reflejan el ámbito a quien es destinación y la época; vemos de este modo convivir temas de origen antiguo, con aspectos de contemporaneidad.
La estatua en la iglesia de San José en Ostra (Ancona), por ejemplo, muestra a José y al Niño, conducido de la mano, que exhibe un cesto con las herramientas de trabajo; justamente como es representado en las estampas, en la pintura y en la imaginería del Setecientos, representación visual del pasaje de los evangelios apócrifos que refieren la actividad del Carpintero, y el aprendizaje del Hijo, junto a él en el taller y en las quehaceres del domicilio.
Elaboración más tardía, por el contrario, es la presencia de ángeles coadjutores, aunque si ya, a partir del siglo XVI constituyen un componente significativo, y se convierten, con el paso del tiempo, en parte integrante de la escena.
Entre las primeras obras de esta tipología iconográfica se encuentra sin duda por contar los agregados de Durero (1471-1528); por tanto una miniatura de Giuglio Clovio (1498-1598) y una tela de Soens (1547-1611) documentan la fortuna del tema.
Desgraciadamente esta riqueza iconográfica, crecida a paso similar con la devoción a San José y la Sagrada Familia, en los últimos cincuenta años se ha ido, poco a poco, acabando, salvo alguna rara citación pictórica.
Stefania Colafranceschi
Tomado de:
L’Osservatore Romano, Edizione Quotidiana, 01maggio 2010
L’Osservatore Romano, Edizione Quotidiana, 01maggio 2010
Traducción del Italiano:
P. Óscar Alejandro, m. j.
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