sábado, 11 de marzo de 2017

Día 2 novena a San José 2017


¡No nos olvidemos de San José!


Día 2

El amor conyugal

1) Inicio

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

V. Envía Señor tu Espíritu.
R. Y se renovará la faz de la tierra.

Canto a San José

2) Lectura: Mateo 1, 18-25

1. Libro de los orígenes de Jesucristo, hijo de David e hijo de Abrahán. 2. Abrahán fue padre de Isaac, y éste de Jacob. Jacob fue padre de Judá y de sus hermanos. 3. De la unión de Judá y de Tamar nacieron Farés y Zera. Farés fue padre de Esrón y Esrón de Aram. 4. Aram fue padre de Aminadab, éste de Naasón y Naasón de Salmón. 5. Salmón fue padre de Booz y Rahab su madre. Booz fue padre de Obed y Rut su madre. Obed fue padre de Jesé. 6. Jesé fue padre del rey David. David fue padre de Salomón y su madre la que había sido la esposa de Urías. 7. Salomón fue padre de Roboam, que fue padre de Abías. Luego vienen los reyes Asá, 8. Josafat, Joram, Ocías, 9. Joatán, Ajaz, Ezequías, 10. Manasés, Amón y Josías. 11. Josías fue padre de Jeconías y de sus hermanos, en tiempos de la deportación a Babilonia. 12. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel y éste de Zorobabel. 13. Zorobabel fue padre de Abiud, Abiud de Eliacim y Eliacim de Azor. 14. Azor fue padre de Sadoc, Sadoc de Aquim y éste de Eliud. 15. Eliud fue padre de Eleazar, Eleazar de Matán y éste de Jacob. 16. Jacob fue padre de José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. 17. De modo que fueron catorce las generaciones desde Abrahán a David; otras catorce desde David hasta la deportación a Babilonia, y catorce más desde esta deportación hasta el nacimiento de Cristo. 18. Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. 19. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. 20. Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, 21. tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». 22. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: 23. La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros. 24. Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. 25. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús.

3) Meditación

Si la familia es imagen de la Trinidad, la Sagrada Familia lo es en primer lugar, por la presencia de Jesús, Hijo y Palabra de Dios; San José participa del corazón del Padre, y en la Virgen María se hace presente la fuerza de Dios dadora de vida, que es el Espíritu Santo. Como Dios es amor, el amor en la familia brota naturalmente del amor que entre sí se tienen los esposos: por eso los esposos han de crecer en la caridad conyugal. Escuchemos lo que dice al respecto el Papa Francisco en Amoris Laetitia:

El matrimonio es un signo precioso, porque “cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se ‘refleja’ en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor.

El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros. También Dios, en efecto, es comunión: las tres Personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es precisamente este misterio del matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia”.

Esto tiene consecuencias muy concretas y cotidianas, porque los esposos, “en virtud del sacramento, son investidos de una auténtica misión, para que puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue entregando la vida por ella”.

Después del amor que nos une a Dios, el amor conyugal es la “máxima amistad”. Es una unión que tiene todas las características de una buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida.

Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia. Seamos sinceros y reconozcamos las señales de la realidad: quien está enamorado no se plantea qu esa relación pueda ser sólo por un tiempo; quien vive intensamente la alegría de casarse no está pensando en algo pasajero; quienes acompañan la celebración de una unión llena de amor, aunque frágil, esperan que pueda perdurar en el tiempo; hijos no sólo quieren que sus padres se amen, sino también que sean fieles y sigan siempre juntos. Estos y otros signos muestran que en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo. La unión que cristaliza en la promesa marimonial  para siempre, es más que una formalidad social o una tradición porque arraiga en las inclinaciones espontáneas de la persona humana. Y para los creyentes es una alianza ante Dios que reclama fidelidad: “El Señor es testigo entre tú y la esposa de tu juventud a la que tú traicionaste, siendo que era tu compañera, la mujer de tu alianza (…) No traiciones a la esposa de tu juventud. Pues yo odio el repudio” (Malaquías 2, 14. 15-16).

Un amor débil o enfermo, incapaz de aceptar el matrimonio como un desafío que requiere luchar, renacer, reinventarse y empezar siempre de nuevo hasta la muerte, no puede sostener un nivel alto de compromiso. Cede a la cultura de lo provisorio, que impide un proceso constante de crecimiento. Pero «prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada»

4) Oración

Señor: haz de nuestro hogar un sitio de tu amor.
Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión.
Que no haya amargura porque Tú nos bendices.
Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas.
Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón.
Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia Ti en nuestro diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio.
Que cada noche nos encuentre con más amor de esposos.
Haz, Señor, de nuestras vidas que quisiste unir
una página llena de Ti.
Haz, Señor, de nuestros hijos, lo que Tú anhelas:
ayúdanos a educarles y orientarles por el camino.
Que nos esforcemos en el consuelo mutuo.
Que hagamos del amor un motivo para amarte más.
Que demos lo mejor de nosotros para ser felices en el hogar.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro
nos concedas el hallarnos unidos para siempre en Ti.

Amén.

5) Acción

Tomamos como pareja matrimonial, la decisión de dedicarnos un par de horas a la semana, para no dejar de ser novios.

Tomado de: El Propagador de la devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 5-7.

Ilustración: Ricardo González Copado
Título: María y José camino de Belén.

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