El Ex Convento de San José
Antonio Luque Hernández, en su libro La orotava, corazón de Tenerife, habla del convento de San José de monjas claras, que el día 3 de diciembre de 1594 le fue denegada, por causas que desconocemos, a los regidores orotavenses Luís Benítez de Lugo y Francisco Xuárez de Lugo la licencia regia para fundar un convento de monjas clarisas franciscanas en La Orotava; sin embargo, sólo tres años más tarde, en 1597, el coronel José de Llarena Maldonado y su esposa, Isabel Ana Calderón, alcanzaron esa necesaria autorización real, que luego de presentada fue obedecida por el Cabildo de la isla, con el natural contento de los orotavenses. El edificio fue construido en las propias casas que habitaba el coronel José de Llerena y quedó terminado en 1601. Recibió el nombre de convento de San José en Honor al santo patrono del erector. Para habitarlo llegaron desde el monasterio lagunero de Santa Clara las siete mojas fundadoras, que eran Catalina de San Francisco Llarena y Maldonado Como abadesa, y María del Cristo Llarena, ambas hermanas del constructor, Ana de San José, y las hermanas Jacobina de Santa Isabel e Isabel de San Leandro de Franchi y Fonte del Castillo, además de Luisa de la Cruz y Francisca de San Esteban de Lugo y Grimaldi; todas juntas entraron en la nueva clausura el día 20 de enero de 1601. En su apogeo esta comunidad llegó a ser de setenta religiosas, bajo la obediencia y filiación de los padres franciscanos, y poseyó unas rentas superiores a los 50.000 ducados.
Los Llarena Calderón, descendientes del fundador, sucedieron en el patronato, quienes más tarde fabricaron la iglesia y la capilla mayor, ampliadas y enriquecidas por Esteban de Llarena Calderón y Ponte (1644-1702), esposo de Francisca Viña de Vergara, II marquesa y señora de Acialcázar, trabajos culminados por su hijo José Antonio de Llarena Calderón y Viña, marqués de Acialcázar y de Torre Hermosa.
En el año 1802 aún tenía veinticuatro monjas profesas y una lega; contaba con un buen coro, cuya música era afamada en toda la comarca. Era este monasterio uno de los edificios más colosales de la provincia, tenía en su ámbito beaterio, casa, cuadras y calles, que paulatinamente se cerraron y fueron incorporadas a la clausura; el interior del templo poseía excelentes retablos y sus techos eran de madera estofada y coloreada.
En la capilla mayor había un altar dorado, que desarrollaba su trazado a doble cuerpo con ático, el primero de hornacinas, el segundo y el superior de lienzos. Las pinturas eran seis, una arriba y cinco en el segundo cuerpo. La primera planta constaba de cinco nichos, en los que sabemos se reverenciaban un San Bernardo, con una cruz de madera, una Santa Clara, que tenía en la mano derecha una custodia de plata maciza y, en la izquierda un báculo de palo con papel platinado; en la cabeza, un solio de ese metal sobredorado. En el tercer nicho estaba colocada la Virgen de la Consolación, con una luna, una corona y un disco de estrellas de plata, un sol de madera y un ramo de flores.
El convento y su iglesia fueron demolido en 1868: confiscadas sus pertenencias, pasaron a enriquecer otros templos de La Orotava y de la isla. Así pasó el Cristo de la Salud, que representa al redentor de pie, abrazado al madero con la mano izquierda, mientras que con la derecha hace además de bendecir, y que ejecutó Lázaro González de Ocampo entre 1682 y 1691. Esta talla fue adquirida para el templo de San Antonio Abad, en Arona, donde al presente se venera.
A la parroquia matriz fueron a parar, tras la incautación, entre otros destacados objetos de orfebrería, un hermoso frontal y tabernáculo barroco de plata repujada, y dos magníficas custodias de plata sobredoradas, la primera del siglo XVII, donada por Esteban de Llerena Calderón (1644-1702), actualmente depositada en la iglesia de San Francisco, y la segunda, así mismo labrada Y adornada con perlas, fue enviada desde Roma, en 1725, por Esteban de Llarena Calderón y Mesa, IV marqués de Acialcázar y III de Torre Hermosa, hoy en el tesoro de La Concepción. A San Francisco, ya oratorio del hospital, llegaron, a más del expositor del Santísimo Sacramento, las imágenes del Señor del Huerto con el Ángel y los Apóstoles.
La bella portada de cantería de la iglesia, con fachada a la calle Home, hoy Tomás Pérez, fue desmontada Y pasó a ser el frontis de la capilla del cementerio municipal. El solar del cenobio lo ocupan hoy la plaza del Ayuntamiento, las Casas Consistoriales y el jardín de la Hijuela del Botánico.
A pesar de que la definitiva desamortización de los conventos fue en el año 1836, las autoridades permitieron a las monjas clarisas continuar en el edificio, aunque años después, ante la carencia de locales adecuados donde ubicar las dependencias municipales, los ediles pusieron sus ojos en este monasterio y, aprovechando la coyuntura política, se lo apropiaron. En sesión de 21 de octubre de 1868, la Junta de Gobierno de la Villa de La Orotava tomó en consideración el edificio por entonces sólo ocupado por unas cuantas ancianas religiosas, por ser su solar punto idóneo para el establecimiento de las casas consistoriales, juzgados y escuelas. Ese comité acordó dar por extinguido y cerrado el indicado convento, comunicándolo a la abadesa para que dentro del tercer día saliesen del monasterio y se trasladasen con el decoro correspondiente a donde mejor creyeran conveniente. Desalojado el convento, el Ayuntamiento tomó posesión de él, «arrancándose los hierros que contenían sus marcos como prueba de incautación». Algunas voces. Responsables se alzaron en defensa del cenobio, pero el edificio era muy ambicionado por sus dimensiones y situación; la opinión generalizada optaba por su derribo. A pesar de ser esta construcción testigo de tres siglos de la historia orotavense, valiosa fábrica y cúmulo de riquezas, su céntrico solar se consideró necesario para el desarrollo de la población y para ubicar con dignidad el consistorio, las escuelas y otros servicios. Con la desaparición del antiguo monasterio perdió la Villa una importantísima parte de su patrimonio histórico artístico, en pro de una mal entendida concepción urbanística.
En Noviembre de 1868 se creó una junta de personalidades locales, encargada de proceder a la demolición del convento para llevar a cabo en su solar las obras que se considerase de utilidad publica. Dentro de esta junta se nombró una comisión para dirigir los trabajos, integrada por Antonio Maria de Lugo Viña y Sotomayor, Felipe Acosta y Bencomo, Alonso de Ascanio y Molina, Alonso y Augusto Méndez de Lugo y Xuárez de la Guardia, Antonio Díaz Flores y Cartaya, Francisco Román y Herrera, Fernando Monteverde y del Castillo, Lorenzo Machado y Benítez de Lugo, Juan Salazar y Molina y el presbítero Manuel Padilla.
El primer paso de esta comisión fue lograr el respaldo legal para sus proyectos, conseguido por un oficio del Ministerio de la Gobernación de 13 de marzo de 1869. El 28 de abril de ese mismo año se presentó a la corporación municipal el proyecto a realizar, obra del ayudante del cuerpo de ingenieros Pedro Maffiote y Arocha (1816-1870). Este plan comprendía las casas consistoriales, juzgados, escuelas, plaza de mercado y plaza de paseo. El nuevo edificio tendría dos pisos, con la planta baja dedicada a escuelas y el alta para ayun¬tamiento y juzgados. Los presupuestos fueron aprobados por los munícipes el 24 de diciem¬bre de ese año, con el visto bueno de la Diputación provincial de 15 de enero de 1870. Entonces se procedió a iniciar los trabajos, que se esperaban financiar con la venta de los materiales procedentes del derribo del edificio incautado y la parcelación y venta en sola-res de su antigua huerta. Todo según proyecto de Maffione y Arocha, reformado el año 1882 por el alcalde Francisco de Urtusáustegui y Benítez de Lugo, con el refrendo del arquitecto Manuel Oraá y Arcocha (1811-1889).
Bruno Juan Álvarez Abréu
Tomado de:
http://valletaoro.com/portal/index.php/hesperides/tertulia-villera/834-el-ex-convento-de-san-jose