Bendición
de la nueva estatua de san Miguel Arcángel
Santidad,
señores cardenales,
venerados
hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:
¡Ilustres señores y señoras! Nos hemos
reunido aquí, en los Jardines vaticanos, para inaugurar un monumento a san
Miguel arcángel, patrono del Estado de la Ciudad del Vaticano. Se trata de una
iniciativa proyectada desde hace tiempo, con la aprobación del Papa Benedicto
XVI, a quien se dirige siempre nuestro afecto y reconocimiento, y a quien queremos
expresar nuestra gran alegría por tenerle hoy aquí presente en medio de
nosotros. ¡Gracias de todo corazón!
Agradezco a la presidencia de la
Gobernación, en especial al cardenal Giuseppe Bertello, por sus cordiales
palabras, a las Direcciones y a los empleados implicados para esta realización.
Doy las gracias al cardenal Giovanni Lajolo, presidente emérito de la
Gobernación, también por la presentación que nos ha hecho de los trabajos
realizados y de los resultados alcanzados. Una palabra de aprecio dirijo al
escultor, señor Giuseppe Antonio Lomuscio, y al bienhechor, señor Claudio
Chiais, que están aquí presentes. ¡Gracias!
En los Jardines vaticanos hay diversas
obras artísticas; ésta, que hoy se añade, asume, sin embargo, un lugar de
especial relieve, tanto por la ubicación como por el significado que expresa.
En efecto, no es sólo una obra conmemorativa, sino una invitación a la
reflexión y a la oración, que bien nos introduce en el Año de la fe.
Miguel —que significa: «¿Quién es como
Dios?»— es el modelo del primado de Dios, de su trascendencia y poder.
Miguel lucha por restablecer la justicia divina; defiende al pueblo de Dios de
sus enemigos y sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo. San Miguel
vence porque es Dios quien actúa en él. Esta escultura nos recuerda entonces
que el mal ha sido vencido, el acusador ha sido desenmascarado, su cabeza,
aplastada, porque la salvación se realizó de una vez para siempre en la sangre
de Cristo. Incluso si el diablo busca siempre rasguñar el rostro del Arcángel y
el rostro del hombre, Dios es más fuerte; su victoria y su salvación se ofrece
a todo hombre. En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos,
estamos acompañados y sostenidos por los ángeles de Dios, que ofrecen, por
decirlo así, sus alas para ayudarnos a superar tantos peligros, para poder
volar alto respecto a las realidades que pueden hacer pesada nuestra vida o
arrastrarnos hacia abajo. Al consagrar el Estado de la Ciudad del Vaticano a
san Miguel arcángel, le pedimos que nos defienda del Maligno y que lo arroje
fuera.
Queridos hermanos y hermanas, nosotros
consagramos el Estado de la Ciudad del Vaticano también a San José, el custodio
de Jesús, el custodio de la Sagrada Familia. Que su presencia nos haga aún más
fuertes y valientes en dejar espacio a Dios en nuestra vida para vencer siempre
el mal con el bien. Pidámosle que nos proteja, nos cuide, para que la vida de
la gracia crezca cada día más en cada uno de nosotros.
Papa Francisco
Jardines Vaticanos
Viernes
5 de julio de 2013
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