Ser un papá como San José
La paternidad es un don muy valioso que Dios concede a los hombres, pero al mismo tiempo es una gran responsabilidad la que se nos confiere en la educación de nuestros hijos, se dice que quien educa a un hijo, está educando al mundo.
Cuando Dios nos concede el don de ser padres, recibimos de Él las gracias necesarias para poder educarlos; es Dios Padre, la primera figura de la Santísima Trinidad quien nos acompaña en esta camino, como lo hizo con su hijo Jesucristo hace mas de 2,000 años, la paternidad Divina es la fuente de la paternidad humana.
Para la Iglesia católica la figura de San José como padre de Jesucristo, ha sido tema para muchas encíclicas y documentos pontificios. El Papa Juan Pablo II, que de Dios goce, durante su pontificado, emitió en el año 1989, la Exhortación Apostólica “Redemptoris Custos” sobre la figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia, en la que se refiere principalmente a la misión que Dios encomendó a San José y a la dedicación de toda su vida en la educación y cuidado de Jesucristo y de la Sagrada Familia.
El documento señala que “San José aceptó con obediencia, su paternidad humana respecto a Jesús siguiendo la luz del Espíritu Santo y fue descubriendo a lo largo de su vida el don inefable de su paternidad. San José mediante el ejercicio de su paternidad, fue llamado por Dios para servir directamente a la persona y misión de Jesús; de este modo fue un elemento fundamental en el misterio de la redención.
El Papa Paulo VI en un discurso pronunciado el año 1966 con motivo de la celebración de la fiesta de San José, señalaba: “Su paternidad hizo de su vida un servicio, al convertir su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa”.
En esta celebración del día del padre, debemos tomar el ejemplo de San José para que nos guíe en la extraordinaria misión que nos ha encomendado Dios al darnos el privilegio de ser padres de una familia. Hoy en día muchos de los padres, quisiéramos que nuestros hijos, no sufran, que nunca les falte nada y tratamos de darles todo lo que piden y resolverles todos sus problemas. Este tipo de conducta, impide a los hijos madurar, les impide afrontar adecuadamente los problemas que el mundo les pondrá por delante.
En el proceso de la educación de los hijos, debemos pensar en lo que será la vida futura de ellos, cuando deban tomar sus propias decisiones y asumir sus propias responsabilidades; pues llegará el que día en que les hará falta papá y tendrán que resolver sus propios problemas.
Desde la infancia debemos acompañar a nuestros hijos con cariño y darle lo necesario para su crecimiento físico y espiritual. Debemos ofrecerles en todo momento la orientación conveniente enseñándole el camino del bien y de los valores que tendrán importancia decisiva en su futuro. Muy importante es que junto con esta enseñanza de los valores, se acompañe con el testimonio de vida, no es posible enseñar valores si quien los enseña no los practica. Sin embargo es muy importante señalar que, así como Dios Padre nos acoge y perdona cuando nos hemos alejado de Él, debemos también como padres, saber perdonar, pero también corregir con firmeza cuando sea necesario.
El padre es aquel que sabe orientar y exigir, pero al mismo tiempo sabe amar; la vida de los hijos transcurrirá felizmente, cuando en casa exista un buen padre que además de ser amigo y confidente de sus hijos, refleje ternura, bondad y amor.
En este día del padre, deseamos muchas felicidades a quienes Dios ha concedido el don precioso de la paternidad. Asimismo, muchos hemos tenido el apoyo de un padre espiritual, algún sacerdote o religioso, que nos ha guiado y enseñado las verdades de la fe y que ha tenido también un papel fundamental en nuestra formación como cristianos y seres humanos; a ellos dirigimos nuestro reconocimiento en este día del padre y por ellos elevamos también nuestra oración.
Carlos M. Pasos Novelo
Academia San Juan Diego
9 de Julio de 2009
Pulso Eclesial, número 121
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