Col. 3, 14-15.17
Sal. 89
Mt. 13, 54-58
'¿No es éste el hijo del carpintero?' Así era conocido Jesús por los vecinos de Nazaret. Lo habían visto crecer desde niño y ya de joven estaba en la carpintería con su padre José. Era el hijo del carpintero. El que había venido a encarnarse y hacerse hombre 'pasando por uno de tantos' allí había vivido en Nazaret – lo conocerían también por Jesús el Nazareno – y había compartido en todo nuestra realidad humana también en el trabajo.
En este día primero de mayo, en que la sociedad civil celebra la fiesta del trabajo, la Iglesia quiere mirar a aquel hogar de Nazaret donde se crió el Hijo de Dios como hombre contemplando también el mundo del trabajo donde Jesús también vivió su vida como el hijo del carpintero. Miramos a san José, el hombre de fe y el hombre justo. Así nos lo presenta en el evangelio en los cortos retazos que nos da de su vida. Y cuando nos dice un hombre justo, lo contemplamos en la responsabilidad de su vida y de su trabajo siendo así ejemplo para nosotros.
Una fiesta de la sociedad civil nacida desde las reivindicaciones laborales en pro de un trabajo digno y justo, pero que tiene también ese sentido de fiesta, de alegría, de gozarnos por esa realidad de nuestra vida que nos realiza y nos dignifica y con la que todos contribuimos al bien y desarrollo de nuestra sociedad. Porque el trabajo no sólo es un medio de nuestro desarrollo personal, sino que es también nuestra contribución a la vida de ese mundo en el que vivimos. Los aires de fiesta de este día quizá se ven ensombrecidos por la realidad social que vive en estos momentos nuestra sociedad de crisis económica, pero la fiesta ha de tener entonces también un sentido de solidaridad con los que están pasando situaciones precarias en tantos miles que diariamente se suman al número de los parados.
La iglesia, decíamos antes, mira este mundo del trabajo que quiere ver también desde la luz del evangelio. Reflexionar sobre el sentido del trabajo que no solo ayuda a nuestra propia realización personal desde un trabajo digno, sino que lo vemos también como una continuación de la obra creadora de Dios, cuando ha puesto ese mundo creado por El en nuestras manos y nos ha dado unas capacidades y unos valores para que continuemos su desarrollo. 'Llenad la tierra, dominadla...' fueron las palabras del Creador al hombre al poner el mundo en sus manos. Ese talento que Dios ha puesto en nuestras manos no lo podemos enterrar, sino que hemos de sentirnos responsables de esa vida, don de Dios, pero también de ese mundo, de esa naturaleza que hemos de cuidar para que en verdad sea ese jardín donde todos, toda la humanidad, nos sintamos felices.
Pero para el creyente cristiano es aún algo más. Es un medio de santificación. 'Todo lo que hagáis... sea en el nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El', nos dice san Pablo en la carta a los Colosenses. Todo para la gloria de Dios. El trabajo hecho con responsabilidad y dignidad es también un medio para ir a Dios, para glorificar al Señor. Lo ha puesto Dios como desarrollo de nuestra personalidad pero también como una contribución necesaria para el desarrollo de nuestra sociedad. Vivimos en una estrecha relación.
Si hablábamos antes de la situación de crisis que vive nuestra sociedad en la que tantos están sufriendo las consecuencias de la falta de trabajo, creo que esta fiesta también tiene que despertarnos a la solidaridad. Una solidaridad en el compartir generoso para aliviar esas difíciles situaciones que pasan muchos. Una solidaridad que nosotros los creyentes la manifestamos con nuestra oración. Pedimos al Señor por la solución de este tiempo de crisis; pedimos al Señor para que ilumine a los que tienen en sus manos el poder político o económico para que encuentren soluciones satisfactorias y logremos de nuevo una sociedad en bienestar y paz.
Carmelo Hernández González
Viernes 1 de mayo de 2009
Carmelo Hernández González
Viernes 1 de mayo de 2009
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