Nostalgia del silencio. Extracto mensaje de Adviento del Arzobispo de Turín
El silencio de la fe es también el “vientre que custodia la Palabra de Dios” que le consiente de crecer dentro de nosotros y que, en cierto sentido, la nutre. Se piense ahora en María, que no sólo ha consentido convertirse en la Madre de Dios, sino que ha custodiado en su corazón todo aquello que en Jesús, Dios decía a la humanidad y a su vida. Dice el Evangelio: “Su madre meditaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 51). Se piense, también, en san José, su esposo, que en los evangelios aparece como presencia silenciosa, y que justamente con este silencio discreto, sin embargo, ha defendido a Jesús, lo ha custodiado y lo ha ayudado a crecer. Es él, en efecto, que en silencio, pero con determinación, toma consigo al Niño y a su madre y los lleva a Egipto, defendiendo así a Jesús de la ciega violencia de Herodes (Cf. Mt 2, 13-23). Y es con su silencio, igualmente determinado que también nosotros podemos custodiar la presencia de Dios en nuestra vida y en nuestras comunidades, no dispersarla, defenderla de todas las voces enredosas que hacen de todo para extirparla de nuestro corazón, y así hacerla crecer de día en día. No es suficiente que Dios llegue en esta Navidad, que se comunique con la lectura de la Palabra y en la celebración de los sacramentos, si después nosotros no le permitimos, en el silencio, crecer, obrar, hablar a nuestras vidas y si no lo defendemos, en este modo, de todos los ruidos, aquellas voces, aquellas imágenes que invaden el espacio de nuestra interioridad oscureciendo, de tal modo, el espacio de Dios. Es necesario saber callar para dejarle a Dios el derecho de hablarnos.
27 de noviembre de 2005
Severino Poletto
Arzobispo de Turín
No hay comentarios:
Publicar un comentario