martes, 14 de marzo de 2017

Día 5 de la novena a San José 2017


¡No nos olvidemos de San José!

Día 5

Los niños, los ancianos y los enfermos

1) Inicio

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

V. Envía Señor tu Espíritu.
R. Y se renovará la faz de la tierra.

Canto a San José

2) Lectura: Lucas 2, 1-21

1. Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. 2. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. 3. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. 4. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; 5. allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. 6. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, 7. y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. 8. En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. 9. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. 10. Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. 11. Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. 12. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» 13. De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: 14. «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.» 15. Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.» 16. Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. 17. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. 18. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían. 19. María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. 20. Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían anunciado. 21. Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, nombre que había indicado el ángel antes de que su madre quedara embarazada.

3) Meditación

Dolor y sufrimiento son realidades inevitables en la creación de Dios, no porque Dios así lo haya querido o pueda evitarlo. La creación es finita, limitada necesariamente; el paso del tiempo supone desgaste y muerte. El ser humano es libertad no siempre bien educada y, por lo tanto, no siempre bien usada. María y José no pudieron evitar el dolor y el derramamiento de sangre del pequeño en la circuncisión. Tampoco el Padre  pudo evitar el dolor, el sufrimiento y la muerte de su Hijo en la cruz. Sin embargo, frente al dolor y el sufrimiento, Dios tiene una palabra de consuelo y nos hace sentir su cercanía. En varias ocasiones, el Papa Francisco ha comparado a la familia con cinco edificios: la escuela, la fábrica de esperanza, la iglesia, el asilo y el hospital. Recordemos lo que nos dijo al respecto en su visita al Hospital pediátrico Federico Gómez en la Ciudad de México:

Hay un pedacito en el Evangelio que nos cuenta la vida de Jesús cuando era niño. Era bien chiquito, como algunos de ustedes. Un día los papás, José y María, lo llevaron al Templo para presentárselo a Dios. Y ahí se encuentran con un anciano que se llamaba Simeón, el cual cuando lo ve –muy decidido, el viejito, y con mucha alegría y gratitud–, lo toma en brazos y comienza a bendecir a Dios. Ver al niño Jesús provocó en él dos cosas: un sentimiento de agradecimiento y las ganas de bendecir. O sea, da gracias a Dios y le vinieron ganas de bendecir, al viejo.

Simeón es el «abuelo» que nos enseña esas dos actitudes fundamentales de la vida: agradecer y, a su vez, bendecir.

Acá, yo los bendigo a ustedes, los médicos los bendicen a ustedes, cada vez que los curan las enfermeras, todo el personal, todos los que trabajan, los bendicen a ustedes, los chicos; pero ustedes también tienen que aprender a bendecirlos a ellos y a pedirle a Jesús que los cuide porque ellos los cuidan a ustedes. Yo aquí –y no sólo por la edad– me siento muy cercano a estas dos enseñanzas de Simeón. Por un lado, al cruzar esa puerta y ver sus ojos, sus sonrisas –algunos pillos–, sus rostros, me generó ganas de dar gracias. Gracias por el cariño que tienen en recibirme; gracias por ver el cariño con que se los cuida aquí, con el cariño con que se los acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para que puedan recuperarse rápido.

Es tan importante sentirse cuidados y acompañados, sentirse queridos y saber que están buscando la mejor manera de cuidarnos, por todas esas personas digo: «¡Gracias!». «¡Gracias!».

Y, a su vez, quiero bendecirlos. Quiero pedirle a Dios que los bendiga, los acompañe a ustedes y a sus familias, a todas las personas que trabajan en esta casa y buscan que esas sonrisas sigan creciendo cada día. A todas las personas que no sólo con medicamentos sino con «la cariñoterapia» ayudan a que este tiempo sea vivido con mayor alegría. Tan importante «la cariñoterapia». ¡Tan importante! A veces una caricia ayuda tanto a recuperarse.

4) Oración

Tú, Señor eres de la familia
Tenemos el peligro, Señor, de despistarnos de Ti,
andamos  todos corriendo, agobiados, llenos de responsabilidades.
Las prisas de la vida nos impiden pararnos y cuidar nuestro amor.

Enséñanos a hacer familia, tú que eres, 
Señor, uno más de la nuestra.
A veces damos el cariño por supuesto 
y nos cuesta decirnos el amor,
otras veces la rutina se nos cuela en nuestros días
y vivimos todos juntos, pero, con más prisas que risas y ternuras.

Sugiérenos los gestos y la palabra oportuna, 
tú, Señor, que eres de la familia.
Somos familia porque nos contamos la vida,
porque la comunicación es nuestro alimento,
porque nos escuchamos con interés, 
porque nos regalamos confidencias,
aunque, a veces, la tele nos gana la partida,
o nos escondemos en lo nuestro.

Mantennos en comunicación constante, 
en amistad profunda,
tú que eres, Señor, de la familia.
Nos cuesta encontrar el equilibrio 
entre lo común y lo privado,
entre la autonomía e intimidad personal,
y entre hacer familia y estar todos juntos.

Ayúdanos a respetar los ritmos individuales 
y la libertad de cada uno,
y sé tú un punto de unión entre nosotros,
que para eso eres, Señor, uno más de la familia.

Vivimos en una sociedad que te tiene olvidado, 
en un sin dios  constante,
adorando al dinero, al poder, al prestigio y a la eficacia.
Cambia nuestros valores, mantennos fieles al ser y no al tener,
haznos recordar siempre que estamos habitados de Ti,
porque eres uno más de la familia.

Contigo entre nosotros estamos inventando cada día esta familia,
Tú nos conoces aún mejor que nosotros mismos,
Tú nos ayudas a potenciarnos sin controlarnos,
Tú nos enseñas a vivir construyendo tu reino.

5) Acción:

Comentamos en familia qué trato damos a nuestros abuelos, a los ancianos de la familia especialmente a los más aquejados por enfermedades degenerativas. Comentamos qué podemos hacer por ellos para que sientan el consuelo y la cercanía de Dios.
 
Tomado de: El Propagador de la devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 14-16.

Ilustración: Ricardo González Copado
Título: María y José se encuentran con el anciano Simeón.

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