miércoles, 15 de marzo de 2017

Día 6 de la novena a San José 2017


¡No nos olvidemos de San José!

Día 6

Espiritualidad matrimonial y familiar

1) Inicio

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

V. Envía Señor tu Espíritu.
R. Y se renovará la faz de la tierra.

Canto a San José

2) Lectura: Juan 2, 1-11

1. Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. 3. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino.» 4. Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora.» 5. Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga.» 6. Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. 7. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes.» Y los llenaron hasta el borde. 8. «Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo.» Y ellos se lo llevaron. 9. Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. 10. Y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final.» 11. Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él

3) Meditación

Fiesta y alegría, pero también la presencia de Jesús y la sensibilidad frente a los pobres. Todo esto forma parte de la espiritualidad matrimonial y familiar, que Jesús aprendió a vivir en el hogar de Nazaret. Al respecto, el Papa Francisco afirma:

La presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos. Cuando se vive en familia, allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz. La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Esa entrega asocia «a la vez lo humano y lo divino», porque está llena del amor de Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino.

317. Si la familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la vida familiar. Los dolores y las angustias se experimentan en comunión con la cruz del Señor, y el abrazo con él permite sobrellevar los peores momentos. En los días amargos de la familia hay una unión con Jesús abandonado que puede evitar una ruptura. Las familias alcanzan poco a poco, «con la gracia del Espíritu Santo, su santidad a través de la vida matrimonial, participando también en el misterio de la cruz de Cristo, que transforma las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor». Por otra parte, los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección. Los cónyuges conforman con diversos gestos cotidianos ese «espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado».

318. La oración en familia es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta fe pascual. Se pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el Señor vivo, decirle las cosas que preocupan, rogar por las necesidades familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil, pedirle ayuda para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre. Con palabras sencillas, ese momento de oración puede hacer muchísimo bien a la familia. Las diversas expresiones de la piedad popular son un tesoro de espiritualidad para muchas familias. El camino comunitario de oración alcanza su culminación participando juntos de la Eucaristía, especialmente en medio del reposo dominical. Jesús llama a la puerta de la familia para compartir con ella la cena eucarística (cf. Ap 3,20). Allí, los esposos pueden volver siempre a sellar la alianza pascual que los ha unido y que refleja la Alianza que Dios selló con la humanidad en la CRUZ. La Eucaristía es el sacramento de la nueva Alianza donde se actualiza la acción redentora de Cristo (cf. Lc 22,20). Así se advierten los lazos íntimos que existen entre la vida matrimonial y la Eucaristía. El alimento de la Eucaristía es fuerza y estímulo para vivir cada día la alianza matrimonial como «iglesia doméstica».

4) Oración

Gracias, Padre,
por haber dado a nuestro mundo la familia,
transmisora de valores,
núcleo del aprendizaje y de las relaciones humanas,
comunidad de amor, Iglesia doméstica y fuente de vida.

Niño Jesús,
muéstrate ante nosotros con la inocencia
y la ternura que iluminan
esta sociedad llena de interrogantes.

Niño de Nazaret, con María y José,
transmite paz y sencillez,
espíritu de pobreza y generosidad
a este mundo nuestro tan necesitado de amor y verdad.

Jesús de Nazaret,
hazte presente en nuestras familias,
sea cual sea su situación;
actúa y vive en los padres y las madres;
gracias por la llama de reconciliación
que pones en tantos hogares
para hacer que la experiencia humana en familia
vaya más allá de una mera convivencia
y llegue a ser, con fe y con humanidad
una comunidad de paz, perdón, esperanza y amor.

Gracias, Jesús,
por haber entrado en nuestra casa,
junto con María y José.
Amén.


5) Acción:

Revisamos nuestra vida sacramental y de oración; ¿por qué creemos que hay familias par alas cuales la vida sacramental consiste solo en acontecimientos sociales? ¿qué podemos hacer al respecto?

Tomado de: El Propagador de la devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 17-18.

Ilustración: Ricardo González Copado
Título: José, el hombre justo.

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