lunes, 13 de marzo de 2017

Día 4 novena a San José 2017


¡No nos olvidemos de San José!

Día 4

El amor fecundo

1) Inicio

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

V. Envía Señor tu Espíritu.
R. Y se renovará la faz de la tierra.

Canto a San José

2) Lectura: Lucas 1, 26-38

26 Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y entrando el ángel, le dijo: "¡Salve, muy favorecida! El Señor está (sea) contigo; bendita eres tú entre las mujeres." 29 Ella se turbó mucho por estas palabras, y se preguntaba qué clase de saludo sería éste. 30 Y el ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, y Le pondrás por nombre Jesús (el Señor salva). 32 Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios Le dará el trono de Su padre David; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin." 34 Entonces María dijo al ángel: "¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?" 35El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios. 36 Tu parienta Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo; y éste es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. 37 Porque ninguna cosa será imposible para Dios." 38 Entonces María dijo: "Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra." Y el ángel se fue de su presencia.

3) Meditación

Lo natural es que el amor de la pareja dentro del matrimonio se transforme en vida nueva en la procreación de los hijos. Pocas veces reparamos en el hecho de que el evangelista san Lucas narra cómo el ángel del Señor fue enviado a la Virgen María por ser ella la desposada con José, el descendiente de David. Dios no eligió a una mujer para ser madre soltera, eligió a una pareja para que fueran padres y educadores de Jesús, su hjio. Respecto al amor que engendra vida nueva, el Papa Francisco afirma en Amoris Laetitia:

La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios. Cada nueva vida «nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor, que jamás deja de sorprendernos. Es la belleza de ser amados antes: los hijos son amados antes de que lleguen». Esto nos refleja el primado del amor de Dios que siempre toma la iniciativa, porque los hijos «son amados antes de haber hecho algo para merecerlo». Sin embargo, «numerosos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro. Alguno se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que vinieran al mundo. ¡Esto es vergonzoso! [...] ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos humanos o de los derechos del niño, si luego castigamos a los niños por los errores de los adultos?». Si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de acogerlo con apertura y cariño. Porque «cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres». El don de un nuevo hijo, que el Señor confía a papá y mamá, comienza con la acogida, prosigue con la custodia a lo largo de la vida terrena y tiene como destino final el gozo de la vida eterna. Una mirada serena hacia el cumplimiento último de la persona humana, hará a los padres todavía más conscientes del precioso don que les ha sido confiado. En efecto, a ellos les ha concedido Dios elegir el nombre con el que él llamará cada uno de sus hijos por toda la eternidad.

Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa. Esto no implica olvidar una sana advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad responsable no es «procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos».

«Los niños, apenas nacidos, comienzan a recibir como don, junto a la comida y los cuidados, la confirmación de las cualidades espirituales del amor. Los actos de amor pasan a través del don del nombre personal, el lenguaje compartido, las intenciones de las miradas, las iluminaciones de las sonrisas. Aprenden así que la belleza del vínculo entre los seres humanos apunta a nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la diversidad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor [...] y esto es amor, que trae una chispa del amor de Dios». Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa. Como dijeron los Obispos de Australia, ambos «contribuyen, cada uno de una manera distinta, a la crianza de un niño. Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y derecho natural a una madre y a un padre»[188]. No se trata sólo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos, percibido como fuente de la propia existencia, como nido que acoge y como fundamento de la familia. De otro modo, el hijo parece reducirse a una posesión caprichosa. Ambos, varón y mujer, padre y madre, son «cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes». Muestran a sus hijos el rostro materno y el rostro paterno del Señor. Además, ellos juntos enseñan el valor de la reciprocidad, del encuentro entre diferentes, donde cada uno aporta su propia identidad y sabe también recibir del otro. Si por alguna razón inevitable falta uno de los dos, es importante buscar algún modo de compensarlo, para favorecer la adecuada maduración del hijo.

4) Oración

Concédenos, Señor,
que sepamos agradecer el don de formar un matrimonio,
poner sosiego en nuestros ritmos,
llenar de ternura nuestros hogares,
embargar con tu paz nuestras luchas,
ilusionar con novedad nuestras rutinas,
dinamizar nuestros cansancios,
acurrucar nuestras tristezas,
fortalecer nuestros miedos,
abrirnos caminos nuevos,
enseñarnos a querer mejor,
potenciarnos con fraternidad,
sugerirnos la creación de tu reino,
entusiasmarnos con revitalizar la Iglesia,
inventar la comunicación en la familia,
reenamorar a las parejas aburridas,
hacernos servidores unos de otros,
convertirnos en sorpresa,
ayudarnos a ser luz y sal alrededor,
convertirnos en ti, donde estemos.
Amén

Tomado de: El Propagador de la devoción al señor San José, Año 146, n. 3, Marzo 2017, pp. 11-13.

Ilustración: Ricardo González Copado
Título: María y José reciben al Salvador

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