Capillita de San José
La
primitiva capilla de San José fue levantada en 1509, sobre el solar del antiguo
hospital del Gremio de Carpinteros.
En 1687 se procedió a su demolición, debido al mal estado que presentaba,
siendo levantada la que subsiste actualmente por los mismos carpinteros que
gozaron del hospital durante casi dos siglos.
El Gremio de Arquitectos demandó al de
carpinteros pues, en aquellos tiempos, un carpintero no tenía potestad para
realizar los planos de un edificio. A pesar de todo, siguió adelante la obra,
que se realizó en dos etapas; entre los años 1699 y 1717, Pedro
Romero y sus hijos levantan el núcleo principal de la nave y su decoración, en tanto
que, entre 1747 y 1766, es Esteban Paredes, se ocupa de la Capilla
Mayor y la portada de los pies. De la capilla demolida en el último tercio
del siglo XVII tan solo se conserva el artesonado mudéjar de la entrada.
Sobrevivió
a la ocupación francesa, a las posteriores desamortizaciones e incluso a La Gloriosa de 1868 pero, a
comienzos del siglo XX, un mortal peligro acechaba: Antonio Halcón Vinent,
conde Halcón y alcalde de Sevilla durante tres mandatos, más conocido
como El alcalde Palanqueta por
su afición a los derribos de edificios y otras construcciones (los Caños de
Carmona, por ejemplo), fijó sus ojos en la capilla, que se encontraba en mal
estado de conservación. La salvación vino de la mano de su declaración como Monumento Nacional en 1912 (según
podemos constatar en la placa de mármol que luce en la fachada). Salvado
el trance, se encomienda la custodia de la capilla a los frailes capuchinos,
que continúa hasta el día de hoy, en que tres frailes pernoctan cada noche en
la casa contigua a la capilla.
De
lo que no se pudo salvar es de los sucesos anticlericales durante la II República, que ocasionó daños en las
pinturas de las bóvedas a causa del incendio provocado en 1931.
La
portada principal es bastante monumental, considerando el pequeño tamaño de la
templo. Está construida en ladrillo y azulejo, al estilo barroco como el
resto del templo, con un cuerpo principal, de vano adintelado de buenas
dimensiones y dos esculturas a los lados que nos muestran a Santa Ana con la
Virgen Niña y San Joaquín. Las pilastras cajeadas de los laterales sostienen un
segundo cuerpo, presidido por la imagen de San José en una hornacina, diseñada
por Lucas Valdés en 1716. Dos medallones con relieves de San Fernando y ¿la
reina Isabel la Católica? flanquean al titular del templo. Corona la fachada
una espadaña de dos cuerpos en color almagra que contrasta con el tono
anaranjado del resto.
La
portada lateral, también barroca, aunque más sencilla, es de menor tamaño,
adintelada con pilastras cajeadas. Sobre el vano, un relieve nos muestra la
escena de Los Desposorios de la
Virgen. Sobre ella, a un lado, se observa un reloj de sol. Igualmente, hay
varias placas recordatorias en la fachada: la de adscripción de la capilla a la
Basílica de san Juan de Letrán, en
Roma, o la declaración de Monumento Nacional.
Cuando
penetramos en la capilla, comprendemos a lo que se referían los antiguos con la
expresión horror vacui (miedo al vacío). Y es que, en la
capillita de San José no cabe ya ni un sello de correos en paredes, techos,
retablos o suelo. Se compone tan abigarrado espacio de una sola nave
rectangular, con bóveda de cañón y un pequeño crucero ante el presbiterio,
cubierto por una cúpula elíptica con linterna ciega. En el lado de la Epístola
del crucero hay adosadas dos pequeñas capillas y la sacristía.
Comenzamos
el recorrido por el muro de la Epístola y seguiremos en el sentido contrario a
las agujas del reloj. Tras pasar tres estaciones del Vía Crucis casi juntas,
representadas en marcos dorados que contienen relieves policromados, vemos una
pequeña hornacina dorada igualmente, con interior forrado de espejos, que
alberga una imagen anónima del patriarca San José sosteniendo al Niño
con ambos brazos.
El retablo
de los Desposorios de San José y Santa María le continúa tras unas
pinturas al óleo enmarcadas en dorado. Atribuido a Pedro Duque Cornejo, se
trata de un arcosolio totalmente tallado, con un relieve en un medallón central
que representa esta escena. En el ático aparece un fraile abrazando una gran
cruz (¿fray Diego de Alcalá?) que no he podido identificar.
Después
de pasar otra pequeña hornacina con una talla del Niño Jesús vemos, a
nuestra derecha la capilla de la Divina
Pastora. En el retablo se representa un grupo escultórico con esta
advocación de la Virgen, tan querida por los padres capuchinos, acompañada del
Niño que acaricia a una oveja. Fue tallado en 1916 por Juan Luis Guerrero. En
la hornacina del banco vemos una cabeza cortada del Bautista.
Esta
capilla se comunica lateralmente con otra que acoge a un crucificado,
el Santísimo Cristo del Perdón, obra moderna, de 2001, del taller de Jesús
Curquejo Murillo. Como curiosidad, la cuerda que sujeta el paño de pureza no
está tallada, sino que es auténtica.
Giramos a nuestra izquierda y, a través de un arco que nos
comunica con el brazo de la Epístola del crucero, volvemos a la nave
central.
José Becerra
jueves, 7 de enero de 2016
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