Diario Bíblico: 18 de diciembre de 2008
Primera lectura: Jr 23,5-8
Suscitaré a David un vástago
Salmo responsorial: 71
Evangelio: Mt 1,18-24
Mira, la virgen está embarazada
El nacimiento de Jesús, Mesías, sucedió así: su madre, María, estaba comprometida con José, y antes del matrimonio quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto. 20 Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:–José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: 23 Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel –que significa: Dios con nosotros–. 24 Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa.
Comentario
María está comprometida con José. En las costumbres judías ello daba al hombre los derechos de matrimonio, aunque la mujer seguía viviendo bajo la autoridad de su padre. La mujer era propiedad del hombre; no tenía derechos. Debía ser protegida por un hombre: su padre, esposo o hijo.
José está desconcertado al notar que María está embarazada sin haber convivido con él. La ley mandaba denunciar a la mujer que hubiera tenido relaciones con otro hombre fuera de su prometido, y apedrearla frente a la casa de su padre; pero José decide abandonarla en secreto.
María es modelo del cristiano, del creyente, de la Iglesia. También José, al aceptar esa “paternidad”. El ángel le invita a que no tenga temor de acoger a María, mostrándole el misterio de su fecundidad. “La criatura que espera es obra del Espíritu Santo”. El ángel ayuda a percibir la llamada de Dios que no se percibe; hace entender a José que la gravidez de María es fruto de la acción del Espíritu Santo. Imitemos a Jesús en su amor a los hombres, viviendo todos los días de nuestra vida la caridad, comprensión y servicio generoso y desinteresado a nuestros semejantes, sobre todo hacia los más pobres y desvalidos.
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