jueves, 7 de enero de 2016

Datos históricos, artísticos y arquitectónicos de la Capillita de San José de Sevilla


Capillita de San José

La primitiva capilla de San José fue levantada en 1509, sobre el solar del antiguo hospital del Gremio de Carpinteros. En 1687 se procedió a su demolición, debido al mal estado que presentaba, siendo levantada la que subsiste actualmente por los mismos carpinteros que gozaron del hospital durante casi dos siglos. 

El Gremio de Arquitectos demandó al de carpinteros pues, en aquellos tiempos, un carpintero no tenía potestad para realizar los planos de un edificio. A pesar de todo, siguió adelante la obra, que se realizó en dos etapas; entre los años 1699 y 1717, Pedro Romero y sus hijos levantan el núcleo principal de la nave y su decoración, en tanto que, entre 1747 y 1766, es Esteban Paredes, se ocupa de la Capilla Mayor y la portada de los pies. De la capilla demolida en el último tercio del siglo XVII tan solo se conserva el artesonado mudéjar de la entrada. 

Sobrevivió a la ocupación francesa, a las posteriores desamortizaciones e incluso a La Gloriosa de 1868 pero, a comienzos del siglo XX, un mortal peligro acechaba: Antonio Halcón Vinent, conde Halcón y alcalde de Sevilla durante tres mandatos, más conocido como El alcalde Palanqueta por su afición a los derribos de edificios y otras construcciones (los Caños de Carmona, por ejemplo), fijó sus ojos en la capilla, que se encontraba en mal estado de conservación. La salvación vino de la mano de su declaración como Monumento Nacional en 1912 (según podemos constatar en la placa de mármol que luce en la fachada). Salvado el trance, se encomienda la custodia de la capilla a los frailes capuchinos, que continúa hasta el día de hoy, en que tres frailes pernoctan cada noche en la casa contigua a la capilla.

De lo que no se pudo salvar es de los sucesos anticlericales durante la II República, que ocasionó daños en las pinturas de las bóvedas a causa del incendio provocado en 1931.

La portada principal es bastante monumental, considerando el pequeño tamaño de la templo. Está construida en ladrillo y azulejo, al estilo barroco como el resto del templo, con un cuerpo principal, de vano adintelado de buenas dimensiones y dos esculturas a los lados que nos muestran a Santa Ana con la Virgen Niña y San Joaquín. Las pilastras cajeadas de los laterales sostienen un segundo cuerpo, presidido por la imagen de San José en una hornacina, diseñada por Lucas Valdés en 1716. Dos medallones con relieves de San Fernando y ¿la reina Isabel la Católica? flanquean al titular del templo. Corona la fachada una espadaña de dos cuerpos en color almagra que contrasta con el tono anaranjado del resto.

La portada lateral, también barroca, aunque más sencilla, es de menor tamaño, adintelada con pilastras cajeadas. Sobre el vano, un relieve nos muestra la escena de Los Desposorios de la Virgen. Sobre ella, a un lado, se observa un reloj de sol. Igualmente, hay varias placas recordatorias en la fachada: la de adscripción de la capilla a la Basílica de san Juan de Letrán, en Roma, o la declaración de Monumento Nacional. 

Cuando penetramos en la capilla, comprendemos a lo que se referían los antiguos con la expresión horror vacui (miedo al vacío). Y es que, en la capillita de San José no cabe ya ni un sello de correos en paredes, techos, retablos o suelo. Se compone tan abigarrado espacio de una sola nave rectangular, con bóveda de cañón y un pequeño crucero ante el presbiterio, cubierto por una cúpula elíptica con linterna ciega. En el lado de la Epístola del crucero hay adosadas dos pequeñas capillas y la sacristía.

Comenzamos el recorrido por el muro de la Epístola y seguiremos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Tras pasar tres estaciones del Vía Crucis casi juntas, representadas en marcos dorados que contienen relieves policromados, vemos una pequeña hornacina dorada igualmente, con interior forrado de espejos, que alberga una imagen anónima del patriarca San José sosteniendo al Niño con ambos brazos.

El retablo de los Desposorios de San José y Santa María le continúa tras unas pinturas al óleo enmarcadas en dorado. Atribuido a Pedro Duque Cornejo, se trata de un arcosolio totalmente tallado, con un relieve en un medallón central que representa esta escena. En el ático aparece un fraile abrazando una gran cruz (¿fray Diego de Alcalá?) que no he podido identificar.

Después de pasar otra pequeña hornacina con una talla del Niño Jesús vemos, a nuestra derecha la capilla de  la Divina Pastora. En el retablo se representa un grupo escultórico con esta advocación de la Virgen, tan querida por los padres capuchinos, acompañada del Niño que acaricia a una oveja. Fue tallado en 1916 por Juan Luis Guerrero. En la hornacina del banco vemos una cabeza cortada del Bautista.

Esta capilla se comunica lateralmente con otra que acoge a un crucificado, el Santísimo Cristo del Perdón, obra moderna, de 2001, del taller de Jesús Curquejo Murillo. Como curiosidad, la cuerda que sujeta el paño de pureza no está tallada, sino que es auténtica.

Giramos a nuestra izquierda y, a través de un arco que nos comunica con el brazo de la Epístola del crucero, volvemos a la nave central. 

José Becerra
jueves, 7 de enero de 2016